jueves, 21 de junio de 2012

El escultor divino


El escultor divino
Ramón era un buen hombre. Poseia la que algunos torpemente llaman; o llamamos la fe del carbonero. Jamás había leído ningún libro para cultivar su fe. Porque sencillamente, Ramón era analfabeto. Pero no ignorante ni tonto. Al fin y al cabo, cualquiera de nosotros sería analfabeto ante un libro escrito en griego antiguo o japones.


Todos los domingos a la tarde, bajaba a jugar la partida de mus, a una pequeña tasca. Y, enseguida solía hacer amistad; con los veraneantes, que visitaban la villa, uno de estos Ricardo. Un buen hombre pero sin fe. Se hizo inseparable de Ramon. Le encantaba oirle hablar de las maravillas; y, de las propiedades curativas de las plantas.
Ricardo era profesor de filosofía, y un apasionado del arte. Sobre todo de la escultura clásica.


Un domingo Ricardo invito a Ramon; a que lo acompañase, a ver una exposición que estaría en el pueblo el sábado siguiente, le costo convencerlo, pero por fin. Ramón acepto la propuesta de su nuevo amigo.

Salieron los 2 hombres de la tasca. Y, Ramón se quedo mirando la majestuosidad de un aguila que parecia suspendida en el aire por hilos invisibles. “Fijese. Don Ricardo. Lo que hace Dios”.

Ricardo poso su mano, paternalmente en el hombro de Ramón, pese a ser más joven que éste y le dijo: “No amigo, no es Dios. Es la evolucion, la naturaleza, el instinto animal. Pero Dios no, porque no hay Dios.”

Ramón se limito a decir “¿pero entonces D. Ricardo quien iba hacer las montañas. Los animales, los niños....todo?

“ay mi buen amigo Ramón; la existencia de esa cosa ,o mito llamado dios, es un invento de curas y monjas, para meternos en un puño. Mire las cosas lo que vd, llama criaturas, y, que a mi me da igual, pero prefiero llamarles seres. Surgieron de una conjunción de gases y proteinas. Que a su vez se originaron de una explosion: bueno es muy complejo. Pero es asi, no hubo ningun creador, un día se lo explicare con más calma.”

Ramon añadio; “Sabe que le digo, que aún parece más milagro; lo que dice vd. toda esta belleza haciendose sola, mi cabeza ignorante no lo entiende. Pero si lo dice un sabio como Don Ricardo. Quieto Ramón que tu no eres quien para discutir a un señor profesor de la universidad.

Llego el sábado, y, acudieron a ver la mencionada exposición; se trataba de obras de Miro. Rodin, Donatello y, Verrochio, sin faltar las celebres estatuas de Miguel Ángel, aunque excepto el David de Donatello, todas las demás eran copias, Ramón no les quitaba ojo.

“¿Qué le gustan Ramon.?
“¿Qué si me gustan, dice vd. Don Ricardo. Pensar que un monton de grava o granito empujado por el viento haya caido y formado esto. Es mágnifico?
Ricardo muy serio añadió ¿pero que dice, hombre, son obras de escultores fijese y empezo a enumerar los nombres de los autores?

“Ah no. A mi ya no me engañan, eso lo diran los venderoes de arte, o los dueños de los museos para que la gente vaya, pero vd. y, yo sabemos. Aunque sea difícil explicar, que sean hecho solas”.
Ya medio enfadado añadio Ricardo, dejese de tonterías Ramon. Las cosas no se hacen solas, nada se hace solo.

Ramon lleno de la sabiduría que da Dios a los sencillos, añadio, fue vd. mismo D. Ricardo quien me dijo hace una semana. Que Dios no existia, y me lo demostro.
Ricardo respondio ¿qué tiene que ver esto con Dios?

Ramon. Pues fijese si esas esculturas vivientes que somos los animales y el hombre. Cambiando a cada momento, se han hecho solas. Porque no iba hacerse sola, cualquiera de estas figuras. Y, pronuncio la frase con desprecio.

Don Ricardo mi querido amigo. Vd. sabe que Dios existe. Porque quiere matarlo en su corazón. No ve que sin ese escultor divino, no habría las esculturas que son sus creaturas.
Entonces Ricardo le conto los avatares de la vida, que le habían llevado a perder la fe. Y Ramon con palabras que sin duda provenian del mismo Dios. Le fue haciendo ver. Que nunca había perdido la fe. Simplemente esta se había quedado dormida.
Dos días más tarde Ricardo abandonaba el pueblo. Pero no se iba solo. Gracias a Ramón, el  universitario ateo, llevaba consigo un Amigo que nunca lo había dejado.
Fin

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