miércoles, 9 de enero de 2013

la lotera


Raquel era vendedora de lotería; desde hacía mucho tiempo.  Le gustaba su trabajo, porque le permitía, ofrecer a la gente, un poco de ilusión, y,  muchos sueños.  Persona prudente,  y, educada que sabía ganarse el cariño, y, el afecto, de los que  acudían a su establecimiento, amiga, de los clientes fijos, a, los cuales, solía preguntar por su salud, e, interesarse sin caer en la indiscreción por sus problemas, procurando siempre tener unas palabras de ánimo; cuando los notaba decaídos.


Aquella tarde, había acudido, como siempre  a trabajar,  estaba  frente al mostrador, cuando escucho una voz muy débil, que la saludaba tímidamente, y, le pedía un décimo de lotería, se  asomo para ver, quién era, y, descubrió un niño muy pequeño, que no alcanzaba  el mostrador; le resulto extraño, por lo que decidió preguntar al pequeño


¿Qué numero te ha mandado comprar, papá?

Ninguno, señora, vengo yo solo; respondió el niño, muy serio

En ese caso, no puedo venderte, la lotería, cuesta mucho dinero, y, no es cosa de niños, mejor, te regalo una chocolatina. ¿Te gustan?

El niño, la miro con ojos tristes, y, poniéndose muy serio, respondió

Me llamo Ramiro, tengo siete años; y, sí, me gusta el chocolate, pero necesito la lotería, de verdad

Había un deje de pena, en sus infantiles palabras, que,  Raquel, tuvo que contenerse, para seguir hablando, y, fingiendo, tomar lo á broma, le hizo, una pregunta

¿Para comprar, juguetes, no, déjalo a los reyes magos?

El niño, como si fuese ya un adulto, o, un anciano, respondió, serio

No, señora, para que mi mamá, pueda llevar a mi papá, á,  un médico que lo cure, porque esta muy enfermo, somos 4 hermanitos, yo soy el mayor, y, somos pobres, en la tele, dicen que, la lotería cumple todos los sueños, por eso la quiero, para que mi mamá pueda llevar a mi papá al médico.

A Raquel, se le nublaron los ojos, trago saliva, y, procurando hablar  lo más normal posible, le dijo:

No hijo, la lotería, no hace nada de lo que, dicen en la televisión, pocas veces toca donde hace falta, es un juego, si no fuera así, yo misma, te regalaría el décimo, pero mira, toma la chocolatina, y, dale este papel a tu mamá, ahí va, mi número de teléfono para que me llamé si quiere.

A la noche, Raquel, recibió, la llamada de Ana, la madre de Ramiro, estaba asustada, pensando que, el pequeño, pudiera haber cometido, cualquier travesura; Raquel la tranquilizo, y, al día siguiente;  en una chocolatería, no quiso ir a su casa, no quería, que se sintieran, violentos, y, tampoco invitarlos a la suya, su situación era bastante desahogada, y, no quería, echárselo a la cara, así con el pretexto, de que, Ramiro tomase un chocolate con churros, quedaron, en el ya mencionado establecimiento, mientras Ana, dejaba al cuidado de su suegra,  a su esposo, y, a los otros niños


Raquel, se ofreció  que viese, al enfermo, un médico conocido suyo, y, famoso por sus diagnósticos, al principio Ana, se negó, no tenía con que, pagar, pero Raquel, le dijo que pagaría ella, y, luego ya se lo devolverían; ahora lo primero era la salud de  D Ramiro

¿Cuándo; cuando nos toque la lotería?

Pregunto Ana,

Cuando su marido, este ya curado, y, trabajando, ahora sólo importa él
Ana, se trago su orgullo, su marido estaba por encima de todo, y, acepto.

El médico, resulto ser aún, mejor profesional, y, persona de lo que, se decía, en pocos meses, Ramiro padre, estaba completamente restablecido, y, por si fuera poco; el médico, lo recomendó a la empresa de un amigo.

Con el primer sueldo, acudieron a pagar, la deuda que tenían con Raquel; pero esta les dijo que, se habían equivocado, que no era tanto, y, les cobro sólo una parte simbólica; sabía que, les hacia falta.

 Él que, piensan algunos que, mira desde arriba, y, no es cierto, esta al lado de cada uno, no se enfado, por esa “mentirilla” al contrario, sonrió de buena gana.
Ana, como no había tenido, que gastar todo el dinero, compro un décimo para Navidad

¿Sí les toco?

 No, claro que no, pero la lotería no se compra, porque toque, si no por la ilusión, aunque, ya le había tocado antes, y, el premio gordo, el encontrar una buena amiga, la salud de su esposo, y, el saber que tenía un hijo tan bueno.

La otra, la que salé de los números de un bombo;  pues que importaba, otro año sería.
Ahora, el día de Reyes, tomarían el chocolate, no en la churrería- chocolatería, si no en su casa, era humilde, pero es que Raquel ya no era una persona anónima, ya era una amiga

Fin


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