viernes, 14 de junio de 2013

El Caserío

El Caserío 
Al  llegar; al pueblo,  se   veían las  casas;  agrupadas en torno a la iglesia, y,  pegada a la misma;  la escuela, y,  allí, comienza,  la historia del Caserío.

Trabajaba de maestra, doña Elisa, una mujer mayor, a la que muchos criticaban, por no jubilarse, y, dejar paso “ a la juventud”, como si no fuese mejor; anciano, por el hecho de serlo, que el joven, no es que, pretendiesen, un mejor maestro, no, lo que querían era uno manejable, y, doña Elisa no lo era, le daba igual que le llamasen, “señora” por respeto a sus años, hacía tiempo que había cumplido los 60, que señorita, por no llevar anillo, lo que no toleraba, era que ninguno de sus alumnos la tutease, o, le llamase “Elisa” a secas, tampoco, permitía faltas de educación en clase, ni que fuesen vestidos como les diese la gana, en una ocasión, rompió una novela a una jovencita, porque considero, que no era adecuada para ella, y, cuando el padre de ésta fue protestar, y, dijo:

 “yo, que soy su padre, no rompí, la novela de mi hija”

Le contestó, muy sería;  “y, por no hacerlo, usted, hube de hacerlo, yo”

Muchos la veían como, una solterona amargada; que no entendía los jóvenes; como si D. Elisa, no hubiese sido joven; y, no hubiese tenido sueños, como si no hubiese conocido el amor

Le agradecían sí, que se preocupase por cada alumno, cuando estaba enfermo, pero no tanto, que se quedase en la escuela;  intentado, que el más tozudo aprendiese la lección, ni que fuera tan rígida en su moral

Empezaba, siempre sus clases rezando, y, un día un joven alumno, le recordó, que aquello era “anticonstitucional;” en primer lugar, ordenó al rebelde, que le mostrase donde se prohibía empezar el trabajo rezando:


El jovenzuelo, que todo hay que decirlo, no encontró nada, pregunto.

 ¿Y si lo encuentro, no lo hará más?


No, hijo, respondió, doña Elisa, romperé, la Constitución, pues por encima de ella, esta el Evangelio, y, nadie me va sacar de hablar con mi Padre, pero no te preocupes no vas encontrar nada, y, así, fue.


Los padres del muchacho, anticlericales, y, a irreligiosos, la denunciaron, y, recibió la visita del inspector, este la recrimino, con mucho cariño, a, lo que la buena de doña Elisa, repitió que no obligaba a rezar, rezaba ella, si los alumnos no creyentes, tenían derecho a no rezar, ella, y, los creyentes tenían derecho a hacerlo, y, no iba cambiar.

La dejo por imposible

Otro día; a una jovencita que le dijo, que no había creación sino evolución, y, que ella estaba segura de descender del mono, le respondió.

“Sería,  bueno, hijita, que nos trajeses un día tu álbum de familia”

Esto era lo que se sabía, lo que sé sabía menos, es que ella había consolado a tantos jóvenes que habían caído en la droga, y, les había ayudado a salir


Que cuando, dos jovencitos, se asustaron ante la inminente llegada de un hijo, no deseado, ella, les ayudo a aceptarlo, y, a que sus padres no les obligasen a un matrimonio, para el que no estaban preparados, pero sí, para, aceptar el hijo

Nadie sabía a cuantos descarriados había enderezado, ni sus buenos, consejos.

Ahora hasta el cura nuevo del pueblo, muy moderno, hablaba de “tolerancia, de respeto al prójimo, a las conciencias.....” sólo doña Elisa era una “intolerante”

Y. llegó aquel día, no acudió a clase, y. pensaron estaría enferma, o, muerta en su cama, fueron a su casa, llamaron, y, al no responder nadie, con la orden del juez echaron la puerta dentro, no estaba, la buscaron como locos, hasta que uno, encontró sus zapatos junto al río, y, su chaqueta de lana.


Se ha ahogado, porque suicidarse es imposible, en una mujer creyente, le habrán dado muerte, y, arrojado al río, y, empezaron a llorarla


Aquella noche, en el velatorio, sin cuerpo, todos  fueron,  contando, lo que le debían, si la tuviesen allí, como le darían las gracias, como le agradecerían sus consejos, como le pedirían perdón


Al día siguiente en Misa, el sacerdote, que había cambiado completamente, le pidió perdón, entonces un niño dijo, “Doña Elisa, esta aquí”;  si respondieron todos, esta aquí su espíritu, nos acompaña desde el cielo; no dijo el niño, esta de verdad.


Y, en efecto, en un banco, al final de la iglesia sonriente, estaba doña Elisa, quien no se había ahogado, simplemente, se había tomado unas vacaciones cortas, y, se había ido, a descansar a una cabaña junto al río, donde se había bañado, por eso encontraran su chaqueta, y, sus zapatos


Todos la abrazaron, le pidieron perdón, y, le rogaron, que no, los dejase nunca.

Prometió hacerlo hasta el mes siguiente en que llegaría el nuevo maestro, aunque acepto, que sí él no se oponía, le ayudaría al principio

Y. no se opuso

Fin

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