lunes, 10 de junio de 2013

El velódromo

El velódromo

Las gradas del velódromo, estaban atiborradas de público, nadie quería perderse. La lucha entre los más encarnados ídolos del ciclismo, Juan Reyes y, Felipe Montes, quienes no sólo eran rivales en el mundo del deporte, si no también en la vida real

            Juan se había enamorado de Ana, a la que Felipe quería desde que eran niños;  porque los tres procedentes de familias muy pobres, habían sido compañeros de juegos, desde niños; fue allí en esos juegos, y, correrías  de infancia, donde había comenzado, su afición por el ciclismo que poco, a, poco, los había llevado,  al ciclismo profesional;  lo que les llevó a correr con distintos patrocinadores.

Por un tiempo, su rivalidad, se circunscribió, al terreno del ciclismo; pero cuando Ana, acepto salir con Juan; de un modo especial, es decir como novios; Felipe, se sintió traicionado; y, en un arrebato de cólera, amenazo, a éste último de muerte; fueron varios, los que oyeron la amenaza, pero nadie, reparo en ello, ni le dio, la menor importancia.

Aquel día, Felipe corrió en quinto lugar; alcanzando una puntuación superior a la de sus rivales; tras un descanso de 15 minutos, comenzaba la carrera de Juan; y, de los otros competidores; nadie reparo donde estuvo Felipe, durante el tiempo de descanso; pero todos vieron con horror como nada más comenzar la carrera; la bicicleta de Juan, se salía de la pista, patinaba  y, se  precipitaba al foso, separaba  público de la pista.

La muerte fue instantánea, y, por un momento se barajo la posibilidad de que hubiese sido un desgraciado accidente; pero unas manchas de aceite levantaron la sospecha

Alguien había vertido aceite en el suelo, con la clara intención de hacer patinar a Juan, y, sólo había una persona que podía querer su muerte, y, esa persona era Felipe.

La policía, lo detuvo unos días después, él insistía en su inocencia; pero lamentablemente, no tenía, coartada creíble; insistía en que los 15 minutos de descanso,  los había pasado con Juan animándolo, que habían hecho las paces; se habían despedido con un abrazo, y, el compromiso por su parte, de ser el padrino de la boda de Juan; boda, que nunca se celebraría.

El juicio, se celebro a los dos años; ni el juez, ni el jurado, y, menos el fiscal, le creyeron; fue condenado a la pena máxima 20 años de reclusión mayor.

Fue entonces, cuando; tuvo lugar un hecho; que podría calificarse de providencial.

Un periodista, de los llamados; “ paparazzis”; dijo que había,  conseguido, instalar una cámara de vídeo, en el velódromo; su intención, era descubrir casos de dopaje; e, incluso escándalos sexuales; después con el  jaleo formado, a, raíz de la muerte del ciclista, se había olvidado de todo, pero ahora, lo había vuelto a recordar, y, había visionado la cinta de aquel día, en la misma se veía, a los dos amigos, Felipe, y, Juan hablando amistosamente, no había duda, Felipe era inocente.

Una vez probados los hechos, la justicia puso en libertad a Felipe, al que le habían robado  dos años de su vida; es por ello, que no le bastaba con haber recuperado; su libertad, quería saber; necesitaba saber; quién había echado aceite en la pista, quién tenía deseos de matar a Juan; y, no pararía hasta descubrirlo.

Sabía que no sería fácil; dos años son mucho tiempo.

Consiguió que Ana, le dejase ver la bicicleta de Juan; fue entonces, cuando comprobó estremecido; algo que desearía, no haber sabido nunca, el aceite estaba dentro del neumático; y, allí, sólo una persona podía haberlo puesto, el propio Juan; o, la persona que le guardaba la bicicleta, Ana, ésta no tardo en confesar su crimen; no quería que Juan, llegase a ser un estorbo para la realización del amor, que sentía, por Felipe, por ello había metido una ampolla con aceite en el neumático, para que al comenzar a rodar, reventase, la rueda, y, provocase el derrape.

Cuando termino de escuchar su relato, Felipe, llamó a la policía, y, salió sin mirar atrás, no podía amar a la asesina de su amigo, porque no se puede amar a un asesino.

Fin



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