lunes, 3 de junio de 2013

El hombre del cántaro

El hombre del cántaro 
Su nombre era Jacob, como tantos,  judíos, pero él no era un judío como los demás, él era un esclavo,
 El amo de Jacob, era un hombre influyente, un sanedrita,  José de Arimatea; le llamaban, porque; vivían en esa localidad, tenia fama de ser un hombre tolerante comprensivo, y, entre sus esclavos fama de buen amo, pero era un amo, y, eso ya lo decía todo.

Su amo, se había comprado,  un sepulcro nuevo, cerca del lugar donde los romanos ajusticiaban, a los crucificados, a Jacob le daban pena, cierto que como buen israelita, no debía sentir pena, de un crucificado “maldito quien cuelga del madero,” pero el hecho de que fuesen esclavos, o, rebeldes a Roma los hacia simpáticos para él.

Jacob, no creía en Dios, como creer en alguien, se decía que consienten la esclavitud, que permite que unos sean más que otros, Dios, de existir tendría que estar a favor de la libertad, de todos los hombres

José, corto sus cavilaciones, para enviarlo a buscar, a dos hombres, discípulos de un joven Rabí;  del que algunos locos, decían; que era el Mesías;  hombre  humilde, pero con gran poder; y, muy cercano al pueblo, aun que lo cierto, es que era cercano a todos, porque  José, no era pobre, ni del pueblo;   Jacob, no tenía la menor duda,  debía tratarse de un “ vividor”, un frescales,  claro que no era el Mesías, eso, del Mesías, era un cuento.

Pero, él era sólo un esclavo, y, si su amo, lo mandaba, tenía que obedecer; así, que no le quedo más remedio, que esperar por los dos hombres, junto al pozo, donde como si fuese una mujer, iba sacar agua; darles el recado de su amo;  y, conducirlos  a la casa de José de Arimatea, al piso superior, al salón más lujoso; donde todo, debería estar listo, para que aquellos   13 hombres, celebrasen la Pascua.

Todo sucedió, como lo había previsto,  eran dos hombres, uno, era un hombre, curtido por el mar tosco, se veían un hombre sin educación, su pelo prematuramente encanecido, ojos con la mirada de un niño perdidos en el horizonte, era Simón, a quien su rabí, había puesto de sobrenombre Pedro, se trataba de un viudo joven, no tendría más de 35 años o; tal vez menos,  el otro  era un muchacho, casi un niño, de unos 15; ó, 17 años, los seguía a cierta distancia, como si no quisiera ser visto, otro hombre;  de unos 50 años, de piel muy blanca;  que le pareció, ser el banquero, Judas, que   al menos en apariencia, había dejado su “oficio”; para seguir, al Rabí de Nazaret

Sólo habló con Pedro, con Simón

Unos días más tarde, vio, a  Judas, saliendo de la casa del sumo sacerdote,  le extraño, pero se dijo, que no era asunto suyo; así que lo paso por alto,  compro los 2 corderos que le habían encargado; él que cenaría su amo, con su familia, él como mandaba, La Tora, los acompañaría; el otro, lo cenarían el Rabí, y, los suyos, todo aquello, le parecía una tontería, la pascua, una fiesta trasnochada, e, hipócrita;  celebrar que habían sido librados de la esclavitud, y, hacérselo, celebrar  a él, un esclavo, que podía ser vendido, cierto que el año jubilar, podía recuperar su libertad, pero este tenía lugar cada 50 años.

Le extrañaba que “El Nazareno” no comiese con ellos; dado que celebraba, en  la misma casa, pero su amo accedió, amablemente a resolver su duda, como buen fariseo, José cenaría el sábado el día santo consagrado; Al Señor

El,   día en que los padres salieron de, Egipto, y, cruzaron el mar Rojo, Jesús, para quien la acción se había realizado al librarlos: El Señor,  con la sangre del cordero, en los dinteles, y, jambas de la puerta cenaría, el jueves,  esta teoría era seguida por bastantes judíos sobre todo los más heterodoxos.

Llegó,  el día, en que Jesús iba ir a celebrar la Pascua, Jacob toda la mañana anduvo de, un  lado a otro,  preparando  todo, y, dando las ordenes,  a los otros criados, seria la hora de tercia las 4 de la tarde cuando lo llamo José

Jacob,   cuando llegue;  “El Maestro” así lo llamaba,  me avisas, dirígete a él como Maestro (rabí), o,  Señor, no se te ocurra llamarle, Jesús,  le preguntaras, si esta todo a su gusto, muéstrate humilde, y, mantén la vista baja, en cuanto al agua para los pies, no se la ofrezcas, ya que como sabes durante la cena hay que hacer “la purificación” entonces ya te daré las ordenes

Jesús, llego,  acompañado de Simón el llamado Pedro;  y; del adolescente, que no dejaba a Jesús, ni a, sol, ni a sombra;   José de Arimatea, corrió a recibirlos y,  se postro en el suelo; Jacob, observaba  todo esto, desde lejos pensó que, su amo estaba loco, un judío sólo se arrodillaba ante Dios; eso lo sabia incluso uno que no creyese en Él; como era su caso.

Aún estaba absorto en sus pensamientos, cuando Jesús; se acerco,  a él

¿Tú,  eres Jacob, verdad?

 Le dijo, después de saludarlo con el saludo de la paz; él se limito,  a contestar, o, mejor dicho a gruñir; que si;  que lo era, por supuesto evitó llamarle señor, nada veía en aquel hombre que lo hiciese merecedor de aquel título, sus manos estaban encallecidas y las de un señor no lo están, sus ropas excepto la túnica eran humildes, y por añadidura seguro que seria un ignorante, aunque muchos fariseos y estudioso de Israel entre ellos su amo no pensasen así.
Jesús le dijo, siento tu situación, a mi no me gusta la esclavitud, aunque sea con amos buenos, como es tu caso, y, a mi Padre créeme tampoco, yo haré que cambie no lo dudes amigo.

Jacob, no dijo nada, ni siquiera se limitó a sonreír, y, ello por varias razones, la primera porque le tenia sin cuidado lo que opinasen un carpintero, y, su padre sobre la esclavitud, como muchos otros que eran libres, estaría en contra de la misma; porque no podía tener esclavos, segundo por que a lo mejor era, todo una trampa acordada entre Jesús, y, su amo José, así que se limitó a despedirse, y, fue a cumplir con su trabajo.

Había transcurrido una buena parte de la cena,  cuando José de Arimatea, lo llamo, y, le dijo, ve arriba donde esta, El Maestro, celebrando la cena, dile si quieren agua para lavarse los pies, y, les subes una tinaja con agua, y, una palangana, y, si no te dicen otra cosa encárgate tú de lavarles los pies,

No, le gusto,  el mandato,  pero la verdad, es que no tenia porque sentirse humillado, ya que el oficio de lavar los pies era propio de esclavos, y, él lo era, pero no era esclavo de aquellos 13, aunque estaría bien ver la actitud del; “carpintero”;  si era honesto se opondría, y, lavaría él sus pies; y,  sus discípulos si de verdad lo seguían harían lo mismo;  cada uno lavaría sus pies,  eso era lo justo, pero no dejarían que se humillase

Subió al piso, llamo suavemente en la puerta, la voz de Jesús, sonó dentro pasa Jacob, te manda, José para que nos traigas el agua, pues te lo agradezco, ah por cierto trae también una toalla, y, ven rápido, Jacob, marcho, hacer su encargo asombrado de la tristeza, que se había posado en el rostro del joven rabí, parecía un condenado a muerte, una vez lleno el cubo con el agua, la tinaja, y, la palangana, tomo una toalla, y, subió al piso donde los 13 hombres estaban cenando.

Fue el mismo Jesús, quien le abrió la puerta, y, lo invitó a entrar, una vez dentro le rogó que por favor, se,  sentase en uno de los asientos vacíos, a,  continuación mirándole a los ojos le dijo”

Ya sé Jacob, que tú no crees ni en, mi Padre, ni en mí, aunque debo decir que no es tu culpa. Si no de los hombres, que han deformado nuestra imagen, en realidad no puede decirse, que nos rechaces pues, no, nos conoces”.

Jacob, escuchaba abstraído convencido de que tenía ante si a un iluminado.

Unos minutos más tarde, Jesús se, quitaba el manto, el vestido, y, se ceñía la toalla, todos se preguntaban

¿Qué iría hacer, pues uno no tenía que, desnudarse para que le lavasen los pies, y esa era labor de Jacob, el esclavo de José?

 Sin embargo,  El joven rabí,  continuaba desconcertándolos, a continuación, echo agua con la jofaina en la palangana, y, puesto de rodillas, comenzó ante los ojos de estupor de todos, incluido el propio esclavo, a lavar los pies de sus discípulos, hasta que llego a Simón, quien se puso en sus trece, y, terco como era , le dijo que de eso nada que no lo permitiría, y, sólo cedió, al decirle el Maestro, que “ se olvidase de El en ese caso, entonces cedió, y, se ofreció a ser bañado incluso.

 Jacob no comprendía, porque hacía aquello que era propio de un esclavo, y, porque besaba los pies de sus discípulos, parecía el mundo el revés.

De pronto llego junto a él, Jacob no sabía que hacer

¿Podía, acaso un esclavo dejar que un hombre, libre, y, amigo de su amo le lavase los pies?

 Pero no quería, que lo regañase como a Pedro, entonces paso algo maravilloso, Jacob nota que aquella agua, no sólo lavaba sus pies, sino también su alma, que penetraba dentro de su mente, de su corazón, y, que barria rencores, y, descubrió que Dios existía, y, era Amor, y, supo que el joven judío, a sus pies no era sólo, un hombre joven; era el Dios eterno.

Jesús, les dijo “¡Visteis lo que hice, vosotros me llamáis, Maestro y Señor, y, lo soy, pues, si yo que soy vuestro Maestro, y, Señor, os he lavado los pies, también debéis hacer lo mismo vosotros unos con otros, no olvides que no es más el que esta sentado a la mesa, que quien sirve, ya veis yo estoy como quien sirve, al contrario que en el mundo el primero será el servidor, eso hacemos mi Padre, y, Yo ser ;“Señor es servir

Luego se levantaron, y, salieron hacia un huerto próximo, donde había unos molinos o prensas de aceite.

Al día siguiente Jacob, aún estaba conmocionado por lo ocurrido preguntándose, si podría ser cierto, o no, se vio sorprendido por su amo, que llegaba a casa hecho una furia dando trompazos a todo, y, mesándose los cabellos.

Jacob dudo, si atreverse a hablar con su amo, pero después de lo sucedido la noche pasada no tuvo reparo, y, acercándose al noble senador judío le dijo

¿Qué sucede mi amo?

José, estrecho llorando a su esclavo, y, le dijo,“lo van a matar, Jacob esos asesinos lo van a matar, bueno pretenden hacerlo pero Yahvé no les dejará,

Jacob volvió a preguntar, y, obtuvo la respuesta habían detenido a Jesús, uno de los suyos lo traiciono, por lo visto ya se había suicidado, (entonces comprendió lo que había visto aquel día en que descubrió a Judas de casa del sumo sacerdote).Lo acusan de blasfemo,  prosiguió José, pero no lo es, yo se que es El Hijo de Dios, por supuesto yo he votado en contra, y, también Nicodemo, pero no hemos conseguido nada ahora lo iban llevar a Pilatos, Jacob volvió a preguntar

¿Y,el resto de sus discípulos?

 José respondió, huyeron como ratas, uno de ellos ése que es más terco, que un mulo hasta juro, y, maldijo diciendo que no lo conocía, yo mi querido Jacob no entiendo nada. Aún estaban hablando

Cuando, vino avisarles, que Jesús había sido sentenciado a morir crucificado, la  peor muerte; la reservada a los esclavos, y, malditos,

¿Cómo podía Dios, permitir que hicieran eso con su Hijo, o no sería su Hijo, claro que la última palabra, aún no estaba dicha, seguro que bajarían ángeles, a detener aquel homicidio, que era además un deicidio; si El Mesías no podía morir, por eso Jesús no moriría, así razonaba el bueno de José a su esclavo, pero este no estaba muy convencido

Cuando llegaron al monte de las ejecuciones, estaban ejecutando, a Jesús los soldados romanos lo habían obligado a extenderse en la cruz, su cuerpo estaba completamente desfigurado por la flagelación; en la cabeza una corona de espinas hacia que la sangre cayese sobre sus ojos impidiéndole ver, estaba completamente desnudo, y, se le notaba tiritar con el frío. 

Los soldados, como es propio en la gentuza,  lo insultaban, coreando al pueblo, que exigía ahora una demostración de poder. El se limitaba a decir:

“Padre, perdónales, no saben lo que hacen”.

 A Jacob esto le conmovió, como era capaz de disculpar a sus asesinos, ningún ser humano podría, y, puesto que Jesús, si lo hacía es que era algo más que un simple hombre, y, por vez primera Jacob creyó en Dios, en Dios Amor, que no había anulado el dolor si no que había enviado a su Hijo a compartirlo.

 Supo que la mujer ‘pobremente vestida; que con el muchacho al cual había conocido el día;  que fueron a ver la sala de la ya tristemente famosa cena, era María su madre, una Mujer especial, humana ciertamente, pero con un no sabría, Jacob, que decir, permanecía de pie, y, sólo unas pocas lagrimas resbalaban por sus ojos,  parecía una sacerdote, otra se estaría tirando por los suelos, maldiciendo, mesándose el cabello, ella simplemente estaba.

Pasaron muchas más cosas, la gente mostró toda su crueldad, para con el ajusticiado, de repente, éste hizo un último esfuerzo, y, miro hacia; su madre,  y, al chiquillo que llorando se refugiaba en ella, los miro a los dos,  sonrió dentro de su inmenso dolor, y luego mirando al jovencito dijo:

 “Juan ahí tiene a tu madre, madre ahí tienes a tu hijo”

 Jacob, supo que aquello también iba por él, que aquella mujer cuyo hijo estaba muriendo crucificado, era también la suya, nadie se lo dijo pero comprendió que era un hombre libre, aunque viviese como esclavo, Jesús lo había liberado, mostrándole el Amor de Dios.

José, cedió su sepulcro para la sepultura, y, después del entierro, regresaron a casa.

 El amo de Jacob iba completamente abatido, se había llevado la mayor desilusión de su vida; había creído firmemente que el Nazareno era el Mesías, y, a lo sumo era un pobre loco; aunque había cosas que no cuadraban, los milagros, las palabras llenas de sabiduría que salían de su boca “¿por qué YHWE, lo habría permitido?”;

”¿O,  sería de verdad el Mesías?”. O, lo qué aún es más triste más trágico

“¿Sería el Hijo natural de YHWE?”, Claro que la respuesta era clara, “No”, en caso de ser cierto, Dios, no hubiese permitido, que acabase cosido en una cruz, ningún padre, que puede evitar la muerte de su hijo deja que lo maten, y, tratándose de poder nadie tiene más poder que Dios. Todo esto llenaba de tristeza, a, José a quien también dolía la pérdida de un buen amigo.

Jacob, no compartía la tristeza de su amo, el sabía que aquella separación no podía ser definitiva, lo había sabido mucho antes de ver a Jesús morir en la Cruz, lo supo cuando lo vio

 “Señor a los pies de sus apóstoles, a los pies del propio, Jacob  un vil esclavo” lo supo el día de la cena Pascual, si “El Maestro era no sólo, el Mesías era el Hijo de Dios.

El primer día de la semana, José, se dirigió a su esclavo para darle una triste noticia, habían robado el cuerpo de Jesús, a Jacob; le extraño que alguien se hubiese dedicado a robar un cadáver, y, pregunto a su amo, sí había otra posibilidad, aparte de la del robo para explicar la desaparición del cuerpo. José lo miro como se mira a un idiota, y, le dijo

“Si claro salió andando”

Al otro día, José, hizo algo que extraño mucho a Jacob, le pidió perdón, y, le dijo “hermano, amigo, recuerdas que ayer te dije burlándome de ti, que El Maestro había salido andando” pues si así ha sido, ha resucitado, y, se le ha aparecido a, María de Magdala; a Pedro, a otros muchos, y, a este indigno que habla contigo, y, que dudo del poder de su Señor, si Jacob desde ahora somos hermanos, pues somos hijos de Dios, ya no puedo llamarte esclavo, ni tu me llames amo, nuestro Amo es quien nos compro con su sangre, que es también nuestro Hermano; torpe de mi llegue a dudar del poder de Dios, su poder, lo manifestó en amarnos tanto, que nos ha dado a su propio Hijo; para hacernos hijos; si su poder es que si queremos nos hace hijos de Dios, nos hace “dioses”.

Mañana vamos al monte,  tu, también estas invitado, todos los que creímos aunque en mi caso dudásemos al final de él. Si Jacob, mi hermano mañana volveremos a oírle en el monte a escuchar su voz..

Jacob, besó llorando a su amo, y, le dijo “Ve tu amigo hermano, yo nací en esta casa como esclavo, pero la verdad, tú nunca fuiste un amo al uso, siempre nos trataste con  ternura, siempre desee ser libre, pero hace unos días que supe que lo era, aunque me llamase esclavo; y, que de no haber sido esclavo tuyo tal vez lo sería sabe Dios de que, o, de quien.

Pero al monte no voy a ir, ve tu, que necesitas, convencerte, de que no sueñas de que de verdad ha resucitado, de que es el Hijo de Dios, yo ya lo supe, el mismo día en que descubrí que Dios existía, cuando lo vi. Señor arrodillado, a los pies de sus discípulos, y, a los míos, lavarnos los pies, como lo haría un esclavo, pero seguir siendo Señor, entonces comprendí que sólo; quien es Señor de verdad puede mantener la dignidad, y servir siendo Señor, aprendí también como lo importante es servir, porque no hay cosa mayor que imitar a Dios.

Por eso te digo que no voy a ir, tengo mucho trabajo pendiente en tu casa, en la que pienso seguir (riéndose) añadió si no me echas, o, me vendes, barato porque voy viejo”

Jacob como no, acudió al monte no volvió a ver a Jesús, bueno no es cierto lo veía todos los día, en su amo- José, en sus compañeros, en las flores, en los ríos en los día de sol, y de lluvia, en el pan, y el, vino que todos los domingos, así llamaban ya al primer día de la semana_ y. Pedro que ostentaba; la autoridad de Jesús ya decía de pasar el descanso del sábado al domingo, aunque, algunos como Mateo decían que lo bueno sería mantener los dos días.

Si Jacob, veía en todo esto al dulce Carpintero. Al Hombre gracias al cual había descubierto, que Dios era amor; y,  que él era su hijo,”

¿Qué más podía, Pedir?”.

A Jacob no le extraño la conversión el día de Pentecostés; 3000 personas al oír a Pedro, desde que conoció a Jesús,  no le extrañaba nada .cuando el odio se desato contra los seguidores de Jesús, Jacob dio como otros muchos entre ellos su amo, testimonio de su Fe en la resurrección, unos malvados quemaron su cuerpo, tratando de impedir que Dios lo resucitase, como si a Dios, eso le impidiese resucitar a un hijo suyo

Jacob, entro en la Gloria de Jesús, y, en la lista de santos anónimos de esos que sólo Dios conoce;  y, a los que la Iglesia


Dedica el primero de noviembre, en el evangelio se le nombra de pasada “... Veréis,  un hombre que lleva un cántaro,”

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