martes, 9 de marzo de 2021

En el tren. Reflexión


En el tren. Reflexión
Recuerdo los viejos viajes en tren. Los trenes de entonces no eran como los de ahora, eran mágicos, sí aunque en los mismos había distintas categorías, desde los lujosos coche cama, hasta las literas, vagones con cafetería, restaurante, asientos mullidos, otros menos, y, asientos duros incómodos los de tercera
En los trenes que funcionaban a paletadas de carbón,  te manchabas la ropa, se te metían en los ojos carbonillas
Pero eran mágicos, algunas estaciones como la del pueblo de Monforte de Lemos en la provincia de Lugo, eran de primera categoría, por ser punto y llegada para todos los puntos de España.
Había estaciones pequeñas y grandes, y, lo que se llamaban los apeaderos, que eran lugares donde el tren paraba, y, cogía viajeros, pero no era estación
En todas las estaciones había su cantina, y, su reloj, y el factor, el factor era imagino que lo seguirá siendo, la persona que daba salida al tren, o le ordenaba pararse

Los vagones eran todos con compartimentos cerrados, cada viajero tenía asignado un número, y, todos o casi todos subían con sus revistas, periódicos libros, para leer, y, algunos con su fiambrera, o su  bolsa con bocadillos y, la botella de vino
Al poco tiempo, todos los del vagón era “una pequeña familia”, se habían presentado, y, todos compartían, u ofrecían compartir lo que llevaban, ya fuesen libros, revistas, y, como no la comida, la mayoría de las veces se rechazaba galantemente la invitación, pero otras no faltaba quien no tenía reparo en beber por la misma botella que su compañero de viaje, hablo claro de vagones de tercera y segunda, los de primera, iban a la cafetería. Nadie leía nada, porque el compañero del asiento o él que se sentaba enfrente preguntaba. ¿Usted a dónde va, yo voy a...?, y, ahi se iniciaba una conversación que podía durar horas, aunque la verdad es que cada uno, solía escucharse asi mismo, aunque había excepciones
Se aprovechaba también para ver el paisaje, que en España es muy variado gracias a la riqueza de sus regiones, ahora llamadas Autonomías
Se podía salir al pasillo, a mí me encantaba, asomarme a las ventanas que permanecían cerradas, y, ver como el paisaje se movía; cuando se llegaba a un tunel, volvía para el vagón, los demás pasajeros, salvo los de mi edad, solían tener miedo, a que hubiese un accidente, gracias a Dios nunca viví ninguno
Cuando el tren llegaba a un apeadero, se ayudaba al viajero a bajar su equipaje, y, cuando paraba en una estación, ya fuese grande o pequeña, mucha gente bajaba a tomar algo, mover las piernas, pero antes los que, quedabamos en los vagones, les avisabamos de que tuviesen cuidado, no fuesen a perder el tren, pues paraba poco tiempo. Y, todos nos preocupabamos sí veíamos que el vagón se empezaba a mover, aunque la mayoría de las veces , los movimientos eran para asentar el tren, pero todo el mundo se preocupaba del compañero que no había subido, y, lo comunicaba al revisor que era el empleado que te picaba los billetes, y, cuando aparecía alguien que se había creído perdido, porque en realidad había estado en otro compartimento con unos amigos, “se le reñía cariñosamente”, con un, “ que disgusto nos dió, pensamos que había perdido el tren, otra vez avise hombre”, y, la persona en cuestión pedía disculpas y daba las gracias
Muchas veces los que subían de nuevo traían rosquillas, chocolate que todos teníamos que probar
He visto a hombres ya maduros hablar de como habían vivido la guerra civil española, desde distintos bandos, y, hasta pelearse un poco, pero luego a la hora de despedirse porque uno, llegaba a su destino se daban la mano, sin rencores el que se bajaba le ofreía al otro su casa, le decía donde vivía, y, lo mismo él que se quedaba, el ofrecimiento era a todos, y, todos le ayudaban a bajar el equipaje.
Los viajes podían duran según a donde se viajase hasta días, por lo que eran muchos los compañeros de viaje que uno, podía conocer
Era otro mundo, un mundo donde todos nos ayudabamos, nos escuchábamos o simulabamos hacerlo, donde compartimos, donde no había rencores
Ahora los trenes son más rápidos, casi aviones, no hay vagones parecen autobuses y cada viajero va a lo suyo en su asiento, enfrascado en su tableta, su smartphone, por eso ahora no me gusta viajar en tren.
Yo quiero mis trenes de antaño-
Fin

No hay comentarios: