lunes, 1 de marzo de 2021

trovador


El trovador relato

Samuel era un joven judío,  al que le encantaba la música, tanto que su madre Raquel, decía que era como un nuevo David, el rey profeta, que compuso los Salmos, y, según La Escritura algunos instrumentos musicales.
A Samuel además de tocar su laúd, le encantaba componer poemas, le cantaba al amor, a la naturaleza, a todo lo bello; su gran maestría con el canté llego a palacio, y, el rey le ofreció ser una especie de músico oficial, pero él rechazo el ofrecimiento, no quería vender su libertad, su poesía había de ser libre.

Cuando el trabajo de orfebre en el taller de su padre, se lo permitía se iba a recorrer los caminos cantando, sus poemas a todo aquello que merecía ser elogiado
Un día atisbo una especie de fortaleza en el bosque, en la misma había una ventana, y, en ella estaba asomada una hermosa jovén, Samuel decidió dedicarle un poema que compuso para ella; entonces la jovén le hizo señas, de que se acercará, lo hizo, y, ella le grito que estaba prisionera, que diese aviso para que la liberasen, pero Samuel no la escuchaba, así que se marcho

Al día siguiente tan pronto acabo el trabajo volvió, entonces la joven le arrojo un trozo de su vestido, en el que había escrito con un pedazo de carbón, que era la hija del rey la princesa Belinda secuestrada, que la tenían prisionera, y, que la que el rey pensaba era su hija recuperada de sus captores tras años de cautiverio, no lo era, que por favor le ayudase

Samuel no sabía que pensar, sí era cierto su deber era dar aviso al rey, pero si era falso se exponía a un fuerte castigo; claro que Jacob su padre siempre decía que vale más errar al intentar ayudar a un inocente, que equivocarse y ayudar a un culpable. Así que no lo pensó más y se fue a palacio, lo recibieron muy bien, porque pensaron que venía por el puesto de cantor oficial, aclaró que no, y, pidió ser recibido por los reyes, a los que expuso lo que ya sabemos. El rey lo escucho atentamente, le dijo que en efecto la princesa Belinda fuera secuestrada cuando tenía 6 años, al cabo de otros seis;  los secuestradores se habían arrepentido, y, la habían dejado en libertad, así que la princesa estaba en casa, claro que cabía la posibilidad de que los secuestradores hubiéran mentido, así pues irían a rescatar aquella joven; y, así lo hizo el rey, mando sus soldados a que guíados por Samuel, asaltasen aquella fortaleza y liberasen a la joven; quien fue llevada a presencia de su majestad.
La joven en cuestión dijo que ella era la verdadera princesa Belinda, tenía 19 años, y, la niña ahora jovén que el rey tenía por su rescatada hija, era la hija de unos brujos amigos de los captores; el bueno del rey no sabía que hacer, porque la princesa Belinda tenía la marca de nacimiento, el caso es que la joven rescatada de la fortaleza, y, que decía ser la princesa verdadera, también

Se propuso entonces ver si la que decía ser la autentica, recordaba las oraciones que le habían enseñado de niña, y, claro que lo recordaba, no había pues forma de averiguarlo, tan cierta podía ser una cosa como la otra

Entonces Samuel, tuvo una idea, pidió hablar con la reina a solas; para que nadie pudiera escuchar; cuando estuvo con la reina le dijo
“Majestad sois madre, y todas las madres cuentan cuentos, canciones a sus niños y les enseñan oraciones, en esos cuentos, en esas canciones, en esas oraciones, las madres siempre añaden algo nuevo, cuando no es nuevo todo el relato, seguro que Vuestra Majestad, también lo hizo con su Alteza la princesa Belinda cuando era una niña pequeña antes de su secuestro”

“Es cierto, hay un relato, un cuento que yo le contaba, y una oración que añadía al final del ave maría, era una petición especial, pero no entiendo de que puede servir eso”

Muy facil Majestad, haced venir primero a solas a la joven rescatada, recibirla como vuestra hija, empezad el cuento, y dejar que ella lo termine, hacer lo mismo con la oración, si es vuestra hija, lo sabrá si no ya sabréis que es una impostura
Después hacer lo mismo con la que teneis por hija, para decir la verdad a vuestro pueblo”

A la reina le pareció bien, e hizo como sugirió Samuel, “ la princesa rescatada”, resulto ser una impostura, la verdadera princesa era la que vivía ya en palacio.
La joven de la fortaleza dijo que su nombre era Casandra, era hijo de unos brujos, que le habían obligado a hacer todo aquello, para introducirse en el palació, y, hacer un hechizo al principe heredero, sentía mucho lo que había sucedido, lo había hecho obligada, sus padres le habían obligado siempre a hacer daño, pero ella sabía que merecía un castigo, y, lo aceptaba

Como los reyes eran muy buenos, decidieron que Casandra sólo era una víctima, lo que iban hacer era buscar y encarcelar a sus padres por brujería, le preguntaron cual era su religión, pero ella sólo había sido enseñada a servir al Mal; aunque cada vez sentía más repugnancia. Le llamó la atención a la reina que tuviese la misma marca de nacimiento que la princesa, y, que se pareciesen tanto, bueno casi identicas; así que mandó traer a su partera, la mujer llegó a palacio, de muy mala gana; una vez allí se le pidió que dijese la verdad, en el parto de la reina, cuántas criaturas había dado á luz, se la amenazo con la muerte si mentía. Entonces confeso que habían nacido dos princesas, y, que ella había vendido  una de las niñas a unos nigromantes
El rey ordeno que fuese encarcelada en una mazmorra, pero antes le hizo confesar otros crímenes que la mala mujer había cometido

Ahora ya sabían que la joven de la fortaleza era también su hija, pero tenían que educarla, en primer lugar la iban poner en manos del Obispo, para que le enseñase la religión cristiana, y, pudiese ser bautizada, como así fue
A Samuel le volvieron ofrecer el puesto de cantor oficial, y, él volvió a rechazarlo, aunque prometió que si lo llamaban algún día especial iría a cantar a palacio
Quisieron darle una recompensa en oro, pero la rechazo, porque ya tenía su recompensa, haber hecho lo que era su deber
Se marcho Samuel a seguir trovando, y, la reina en Palacio, rezo con sus hijas Belinda y Ana, el ave maría,  a la que ella había añadido al final una plegaría por el pueblo judío, el pueblo de Samuel, pero sobre todo el pueblo de Jesús y de La Virgen María, el pueblo santo, al que los cristianos hijas mías nunca le pagaremos los bienes que de él nos han llegado.
Fin.






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