Al carajo con el progreso
Ramón madrugó como llevaba haciendo desde mucho tiempo atrás
Ahora era director ejecutivo de uno de los más importantes consorcios de alimentación de La Europa comunitaria.
Esto motivaba que trabajase, desde casa conectándose con los distintos departamentos, enviando correos, WhatsApp; y lo mismo desde el despacho de su empresa
A lo anterior no hay que olvidar los cursos que estaba siguiendo, entre los que estaban los que seguía para mejorar los siete idiomas que ya hablaba, y aprender algún idioma nuevo.
Luego estaban los nietos, los hijos su esposa Raquel. De la que cada día estaba más enamorado.
Su vivienda como no podía ser menos, estaba amueblada con los últimos inventos de la demótica. Y tanto los teléfonos fijos, como los que todavía llamaba, móviles, y que eran pequeños cerebros electrónicos.
Muchas veces recordaba su ya lejana infancia, en la casa de su abuela Carmela, en una perdida aldea de Galicia, venían a su mente, a su cabeza el rumor del río bajando como un cabritillo pequeño, desde las montañas hasta el valle, las alamedas, el cielo limpio, el balido de las ovejas, el mugido de las vacas, y todos los mal llamados animales, la leche tibia recién ordeñada, de las ubres de las vacas, los terneritos.
El fuego crepitando en la lareira, el gato y el perro cerca del mismo, el pote, o la sartén puestos al fuego, las ricas papas de maíz
Las comidas en el largo comedor, las gallinas jóvenes subiendo al piso, los ricos huevos, los juegos con sus primos, con su hermano Miguel y su hermana Luciana, con los otros chicos de la aldea
Y por encima de todo escuchar las historias, los cuentos en su mayoría de miedo. Que contaba la abuelita.
No tenían luz eléctrica, pero no estaban a oscuras una lámpara o quinqué de aceite los alumbraba. Las noticias las traían los padres, los tíos así como los vecinos que trabajaban en el pueblo. Por supuesto también escuchaban las noticias en una radio de pilas.
No había teléfono, por lo que cuando querían hablar con alguien ausente, iban a la cantina que era el único sitio donde había teléfono, por supuesto en la escuela también, pero la escuela permanecía cerrada durante los domingos y festivos y en las vacaciones.
Solía acompañar tanto a su madre a la que de tanto en cuanto la llamaba su marido Ramón desde Caracas, en otras ocasiones acompañaba a la abuela. Era toda una experiencia, iba saltando peñas a bajo, arrancando flores jugando con el perro mirando observando las mariposas
Todo aquello estaba muy bien, pero ahora la vida era mucho mejor, había luz, teléfonos, agua caliente al instante.
Se encaminó a la ducha, se desnudo abrió el agua caliente; le gustaba sentirla resbalar por su piel, antes de enjabonarse.
De pronto sintió el agua fría fría, se seco y salió rápido
No había luz, comprobó que no se debiese a un fallo interno,y no, era un apagón general. Pues bien ya vendría
Lo malo es que el teléfono fijo no funcionaba, Ramón recordaba que tanto en la cantina, como en la escuela, si alguna vez se iba la luz, el teléfono funcionaba igual, el maestro les había explicado que eso se debía a que los teléfonos funcionaban con corriente alterna
Intento trabajar desde su laptop, que no precisaba estar enchufado en la corriente eléctrica, pero las redes la conexión a Internet no funcionaba, de pronto pudo conectar se, así se enteró que había un apagón masivo, en todo el país, en Portugal, Francia e Italia. Se ignoraban las causas, y cuando sería solucionado, se haría lo antes posible. A continuación daban una serie de consejos.
Tomou Apel, para llamar a su mujer al trabajo, llamar a sus hijos por si precisaban ayuda con los niños, para irlos recoger a la escuela o a la guardería
Tendrían que comer fuera, pues en casa todo era eléctrico
No pudo hablar, sólo breves mensajes por Whatsapp, su mujer le dijo que la llevaba a casa un compañero que tenía un coche normal, que comprase embutidos, quesos...en fin cualquier tipo de alimento que no precisará ser cocinada.
Cogió dinero y bajo los diez pisos que lo separaban de la calle, dió gracias a Dios y a Raquel, a su mujer que no le había dejado alquilar el piso 35⁰
Ya estaba en la calle, ahora al súper
Qué carajo está pasando, estoy cayendo. Aún no arreglaron el socavón de hace 3 meses.
No podría decir cuánto tiempo estuvo cayendo. Le dolían la cabeza y los riñones.
Entonces escucho cerca una voz de mujer
¿Señor, se encuentra bien, parece que no está lastimado?. Fuera, zas fuera. No les tenga miedo, dijo mientras espantaba con la mano un perrillo color canela y un gatito.
Soy la tía Carmela la viuda del zoquero
Yo soy Ramón
Se llama usted como uno de mis nietos. Hoy no está aquí.Va de excursión con la escuela, van a la ciudad a Lugo, van estar cuatro días por allá un
Ramón se levantó, estaba en la aldea de su infancia, hablando con su abuela paterna. Estaba en el Cielo
Por supuesto no iba decir quien era, pero procuraría quedar allí o cerca
"Al carajo con el progreso" Aún recuerdo la novela que me prestó mi amigo Carlos; en aquella época yo era un muchacho. El argumento de la novela, cuyo títuloq era "El apagón". Transcurría en los EE.UU. Iba de que por un apagón, a causa del cual, una joven conectada a unas máquinas estaba a punto de morir. La historia parecía una locura y no lo era.
Necesito ir al pueblo, aún recuerdo el camino, buscaré una librería para adquirir un ejemplar. Pero de qué hablo.
"Sí estoy con la escuela de viaje en Lugo, entonces debo de tener, es decir yo en el tiempo en el que aterricé, tenía 11 años, es decir hace 45 años, eso quiere decir que estamos en 1980. Está publicada, pero no creo que la tengan ya en el pueblo, tendré que buscar un día para ir a la ciudad.
Ahora tengo que darme prisa, la abuela es decir la señora Carmela, me está llamando; no puedo decir le la verdad. Seguro que iba buscar a Don Crescencio el cura, para que me sacase el demonio del cuerpo.
La señora Carmen. Lo presento a los vecinos, que lo observaban como sí notasen algo en él. Y también lo presento a sus hijos y nietos.
Los que sí lo reconocieron. Fueron el perrito y el gato. Por fortuna no sabían hablar
Se sentó cerca de la lareira, en la que ardía un fuego bajo
Fíjese, los animalitos de Dios, a mí que no me digan que no tienen alma, ni conocimiento. Más que muchos de nosotros. Saben, quién es buena persona. Miré estos dos pillos, el gato y el perro. Hay vecinos a los que les bufan, bien les bufa el gato, el perro les ladra, y a usted como si fuese de casa.
Ramón sonrió y acaricio al gatito y al perrito
Ramón, Ramón. Despierta hace más de ocho horas que volvió la luz
Abrió los ojos. Dónde estoy
Donde vas estar en el sofá, te quedaste dormido y tú hijo dijo que lo mejor era no despertarte, soñaste en alto con tu abuela. Decías muchas burradas
¿ Así que no caí en el socavón, fue todo un sueño?. Fue todo un sueño, no volví a 1980, estoy en la época del maldito progreso. Al carajo con el progreso
Papá. Dijo su hijo Felipe. "Te comprendo, pero no es para tanto, en el progreso hay cosas buenas. Mira tienes una videollamada desde Nueva York, de tu nieta Lucía, y ésto es gracias a la técnica y al progreso. Que tienen cosas buenas
Y malas, que son más abundantes. Hijo
No estoy de acuerdo con ninguno de vosotros. Los que somos buenos o malos. Somos nosotros las personas. Mejor dicho, malos y regulares, que bueno sólo es Dios.
"Que su Bendita Luz, no, nos falté nunca. Que para la falta de la luz artificial, tenemos velas y linternas"
Mamá que mística te has puesto
Mística no, no soy Santa Teresa, mujer cristiana que se sabe hija de Dios eso sí. Y, ahora con la bendición de Dios vamos a comer. Primero hay que dar les al perro y al gato.
Ramón no dijo nada. Se limitó a sonreír. Así que los ladridos y maullidos que creía escuchar en 1980, eran los del perrito Trump y el gato Bolívar.
Fin
Traducción del relato
"O carallo co progreso"
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