La silla
Doña Remedios era una mujer de clase alta, orgullosa, no consentía que los que no pertenecían a su círculo o su clase social la tratase de igual a igual.
Sí alguien piensa que era mala se equivoca pagaba generosamente a las personas que atendían su casa, más de lo que marcaba la ley, hacía donaciones y Don Miguel el viejo párroco sabía que cada vez que había un problema en la parroquia, para él que hacía falta un aporte económico el primero y el de mayor cuantía era el suyo.
Pero Doña Remedios era de la opinión de que su clase social estaba por encima, y eso los que pertenecían a las clases inferiores, tenían el deber de reconocer lo.
Su piso era un pequeño palacio. Aquella tarde estaba leyendo en el salón, recordó que tenía que preguntarle una cosa a la mujer limpiaba por las tardes, cuando la mujer llegó al salón sufrió un mareo, Remedios dudo, la mujer venía de andar limpiando, si le decía que se sentará en una de aquellas sillas, podría dañar la, eran muy delicadas, pensó en llamar a la señora que estaba planchando, que trajese una silla de la cocina, luego le mandaría preparar el una tila.
De pronto vino a su mente el capítulo 25 de Mateo, que describe el Juicio final. Se estremeció internamente aquella pobre mujer era Cristo, Cristo disfrazado y ella que era cristiana, no podía ofrecer a Cristo una silla de su cocina, por no considerar lo digno de sentarse en una silla de su salón.
Así pués ayudó a la mujer a sentarse; le pregunto si había comido, la mujer no quería responder, porque la respuesta tendría que ser negativa. Por ello solo dijo, lo siento señora.
Remedios llamó a la mujer que estaba planchando, y le mandó que preparase un bocadillo de jamón y un café con leche para su compañera y se lo llevase al salón, ella podía tomar otro en la cocina
Como el mareo de la limpiadora era por hambre, enseguida estuvo repuesta, pero en la silla quedaron manchas, en la tapicería y en la madera que no podía limpiar se, eran manchas de lejía que habían dañado el tapizado y la delicada madera.
En un principio pensó en llamar a un ebanista y un tapicero, pero mejor llevarlo a un taller. Bueno mandar que viniesen por él, lo desechó pronto lo dejaría tal cual estaba así cuando lo viera recordaría, la tentación en la que estuvo a punto de caer.
Al día siguiente fue hablar con Don Miguel, el viejo párroco para contar le su acción.
Narró todo con mucha precisión.
“Don Miguel ésto se lo digo en confianza, pero no en secreto de confesión”
Don Miguel. Sabía leer entre líneas, así pues le dijo, que para él como si lo fuera.
Doña Remedios le dijo entonces que iba dejar la silla tal cual, para que no se le olvidase
Don Miguel se levantó de su silla, hecho una furia
“No, Remedios no, vas a restaurar la silla, para que no quede vestigio de lo sucedido, para que no mandes tu petición de canonización al Santo Padre”
Doña Remedios no entendía nada
Entonces Don Miguel le dijo. Conoces el dicho que dice
“No sepa tú izquierda lo que hace tú derecha, pues está incompleto, falta la segunda parte. “Que tú derecha solo sepa el bien que hace mientras lo hace”
“Por cierto conozco a unos restauradores son un padre y un hijo, el padre es ebanista, el hijo tapicero, trabajan juntos restaurando muebles tienen mucho trabajo, pero si yo se lo pido, no me van a fallar. Sí me das tu permiso les paso tu número de teléfono para que hables con ellos”.
Doña Remedios estuvo de acuerdo y se despidió del viejo cura. Quien fue a la capilla hablar con Jesús
“No Jesús no mentí, es verdad que tienen mucho trabajo para llegar a fin de mes, pero yo solo dije que tenían mucho trabajo, lo que entendiese La Reme no es cosa mía, y, si es verdad aproveché que su silla precisaba un arreglo, y que Javier y su hijo José, precisan trabajar, para prohibir le, dejar la silla deteriorada.
Es verdad fui un poco lioso, pero el motivo lo merecía y, tú Jesús, estás de acuerdo, escuchó tus risas ahí dentro. Oye por cierto, Remedios es muy buena, que te voy a contar a ti, pero precisa Tú ayuda para bajar de su Torre. Cuento contigo Señor”
Javier y José realizaron un trabajo excelente tanto que Doña Remedios les encargó nuevos trabajos y los recomendó
Y, cuando supo la verdad que apenas tenían trabajo…No le importó, eran buenos en su trabajo y honrados, ser pobre no era una deshonra.
Doña Remedios decidió ofrecer trabajo a la mujer de Javier como cocinera, y a sus hijos pequeños que iban a la escuela, les autorizó a venir a su casa a hacer los deberes, y a comer pizza algún día
Un día Marina la hermana de José, le pregunto si la podía llamar Reme.
Doña Remedios sonrió. Me encanta que mis amigos me llamen así, y nosotras somos amigas
Jesús había acogido el ruego de Don Miguel. Y, estaba bajando a Remedios de su torre.
Fin
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