jueves, 19 de septiembre de 2013

El baúl

El baúl. Relato
Ana, era una niña muy caprichosa, nunca estaba contenta, con nada de lo que tenía, no le gustaban ninguno de sus juguetes, ni siquiera los reyes magos, y, Papa Noel, acertaban con sus caprichos, sólo quería lo que, veía en los anuncios de la televisión.

Con la comida, sucedía lo mismo. Tanto sus papás, como sus abuelitos, le decían, que una niña buena, come, lo que le ponen los mayores en el plato, que pensará en los niños que no tienen absolutamente nada que comer, pero Ana, no hacia caso alguno, con ella, todo era inútil, repetía, no quiero, no quiero, y, no había forma de hacerle cambiar

Lo que si había era una cosa que le encantaba, el baúl de la abuelita dos, que así, llamaba a su bisabuela

Le encantaba disfrazarse, con el vestido que su abuelita dos, guardaba allí, y, como todos los días, aquel hizo lo mismo, abrió el baúl, y, se puso un vestido de niña antiguo, de pronto, oyó que la llamaban

Ana, Ana. Miró inquieta hacia todas partes, no conocía la voz, que la llamaba; tampoco había visto nunca a la señora, que estaba frente a ella; aunque se parecía muchísimo; a una señora que había visto, en fotos viejas, en casa; y, que era la abuelita tres; es decir la mamás de su bisabuela, o, abuelita dos.


De pronto, la mujer, que la miraba fijamente, le dijo:

“Vamos, Ana, no te entretengas más, tienes que llevar la vaquita al campo-.

¿La vaca? Pregunto Ana

Sí, hija, sí, la vaca, y, deja ya de hacer el tonto

¿Quién es usted?

Quien voy ser, tu mamá; anda, que no tenemos tiempo, para perder, y, si eres buena, hoy, tengo una comida, que te gusta; “torreznos” con patatas cocidas

A, Ana, le parecía imposible, pero era cierto; estaba en la época de su abuelita dos, y, tuvo que llevar la vaquita al monte, y, luego ayudar a ordeñarla.

A la hora de comer, la comida tan anunciada, fue, “trocitos de tocino con mucho lardo, y, piel de cochinito tostado en una sartén, y, la grasa sobrante, como aderezo, de unas patatas cocidas; ese era, el premio

Busco sus juguetes, pero no encontró, más que una muñeca de trapo, y, paja, hecha por su papá, es decir su abuelito tres

No había televisión, puestos a no haber, ni siquiera, había radio, y, la cama hacía un ruido insoportable

A las cinco de la mañana, se tuvo que levantar, para dar de comer a las gallinas

Preguntó, por la escuela

Y, su mamá, le dijo que ella no iba a la escuela; los pobres, como ellos, no la necesitaban, iba el domingo, a la iglesia, y, el señor Cura, le enseñaba las letras, y, a sumar, junto con el catecismo, y, eso era suficiente

Aquella tarde, su mamá, la llevó al campo, a lo que ella pensó, iba ser una merienda encantadora, pero la merienda consistió, en pan con aceite,

Poco, a poco, Ana, se fue acostumbrando a su nueva vida, aunque a veces, lloraba todas las noches, como extrañaba, su casa, sus papás, sus abuelitas, la Uno, y, la Dos, que mala, había sido, que razón tenía, su abuelita dos, cuando decía, que ella, sí, que había vivido, tiempos duros, ella no había podido elegir nunca, lo que, quería comer, y, sin embargo había sido feliz, daba gracias a Dios, por el pan moreno, la vaquita, las cinco gallinas, y, el pan con aceite era una fiesta, lo mismo los torreznos con patata cocida

Ana, formuló una oración, que broto del fondo de su alma:

“Señor, si me dejas volver, a casa, a mi casa de verdad, seré una niña buena”

De pronto, escucho, que la llamaban, pero esta vez, era su abuelita dos

Anda, sácate ese vestido

¿Sabes abuelita, estuve en tu casa, cuando eras niña, fue como si yo, fuese tú, conocí a tus papás; tenía que llevar la vaquita al campo; y, comí tocino con patatas, y, no tenía escuela

Anda, déjate de tonterías, vamos a comer, llevas dos horas jugando

Abuelita, llevo años

La abuelita, no le hizo caso; sabía claro esta, que sólo habían pasado dos horas

Pero desde aquel día, Ana, cambio, no protestaba nunca por la comida, todo le gustaba, iba contenta al colegio; cuidaba sus juguetes, y, quería machismo más a su abuelita dos, porque ella sabía, que al ponerse su viejo vestido, había ido a su época, y, había vivido allí un año, aunque los mayores dijesen que lo había soñado, o, imaginado

Ella sabia bien, que no lo había ni soñado, ni imaginado; imaginado sabia que no, ¿Soñar? No lo tenía tan claro

¿Tú, que piensas?

Lo que si esta claro, es que aprendió una buena lección, que no olvido jamás



Fin



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