miércoles, 4 de septiembre de 2013

Alas para volar



El joven aguilucho,  miraba sus alas;  no entendía,  porque tenía aquel; “pegote”,


Miraba,  los cachorros de perro;  pero él; corrían, mientras que él, tenía que permanecer inmóvil en el nido; esperando que sus padres, viniesen a darles el alimento a él, y, a sus hermanos.


Si pudiese se cortaría,  las alas; sus hermanos, y. sus padres; le decía, que tenía que tener paciencia, que sus alas necesitaban crecer, y, fortalecerse.

Y, cuando esto sucediese, él podría correr, pero también algo mucho mayor, un don que sólo tenían las aves.

Volar; subir hasta el cielo; oír la misma voz de Dios.


Pero el aguilucho no lo creía; además las alas, no eran necesaria para volar; como mucho serían un estorbo; un peso añadido al cuerpo; para volar lo que hacia falta era mover las patitas; y, menear un poco el pescuezo, si, tan pronto pudiese se cortaría las alas.


Pidió ayuda a sus hermanos, pero estos,  lo tildaron de loco, y, se lo dijeron a sus padres.


No, es que fueran chivatos; debían hacerlo, si querían a su hermanito. Para evitar que éste se hiciese daño.


Papa águila, y, mamá águila, le regañaron, y, lo castigaron sin darle de postre, un delicioso hígado de escarabajo;(todo un manjar, para cualquier aguilucho goloso, algo así como el helado de chocolate, para un niño; o un adulto).

El aguilucho no desistió, siguió en sus trece, ahora lo haría a solas, no podía pedir ayuda a otras aves.

Porque nadie, iba  querer problemas, con los padres águilas; pues bien lo haría solo.


Fue un trabajo duro, doloroso, días, y. días durmiendo sobre las alitas dobladas; hasta que consiguió que, se quebrasen, y, crac.

 Las enterró con el pico.

Y, se sonrió a si mismo.

Se echaría a volar.

Daría unos paseos por el cielo.

Y, de nuevo volvería al nido; a decir a sus progenitores; que ya se había hecho mayor de edad; (Los pájaros son adultos, cuando pueden volar, y, buscarse la vida.) y, que se iba a construirse otro nido.

Y, lleno de ilusiones, se asomo al borde del nido.
(Las águilas construyen, sus nidos en lo alto de las rocas, en lo más alto de los macizos rocosos; a una altura que marea, si se pudiese subir hasta allí,   y, mirar, hacia  abajo).

Al pobre aguilucho, le paso algo parecido; pero como de los cobardes, no se ha escrito nada, simplemente, cerro sus todavía débiles ojitos.

Meneo arriba, y, abajo su cuello, y, salto al vació.

Cuando volvieron sus padres; encontraron a su otros polluelos, dormidos en el nido; y, a su pequeño muerto en el suelo.

Si hubiese esperado tan solo una semana; sin cortarse las alas; si hubiese confiado en sus padres.

Llegaría a surcar el cielo, con la majestuosidad de sus progenitores.

Pero el pobre se había dejado llevar; por la envidia a otros animales; por la falta de confianza en sus padres; por la prisa por ser mayor.

Y, se había olvidado; de que no se puede volar sin alas.

Que las alas no son, aunque lo parezca un estorbo.

Uno andaría más ligero, pero jamás volaría.

Y, a los humanos,  también nos pasa igual, también a nosotros; Dios nos da alas; tenemos que volar más alto; a ese Cielo que es la morada de Dios.


Las alas de cada uno son distintas; se componen, de un montón de plumas,  alegrías, penas, enfermedades, etc.

 Amor a lo que Dios quiere, risas, llantos. ... y, un largo etc.

 A veces podemos caer, en el error del aguilucho.

Y, querer arrancarnos las alas; o, quitar las plumas que no, nos gustan, otras podemos querer sacar el timón del ala; la fe, y, la esperanza en Dios; para que las plumas vuelen por el aire; y, quedarnos para adorno, con las que nos agradan;  y,  así echarnos a volar.

Pero lo único que hacemos, es estrellarnos en el suelo.

Claro que;  lo que no pudieron hacer papá, y, mamá águila, Dios puede hacerlo; y, lo hace, si le dejamos;   y es volvernos a la vida; y, darnos de nuevo las alas, para poder volar al cielo

No, te cortes las alas

Fin


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