jueves, 12 de septiembre de 2013

El Coro


Iriana, Noha, Jaime, y, Carlos; habían llegado al pueblo; a pasar unas cortas vacaciones, mientras continuaban; sus investigaciones, sobre el arte románico.



El quinto día; de su estancia, en la aldea; en una de tantas visitas, a la vieja iglesia parroquial; cuando, Iriana, se fijo en el coro, creyó escuchar, una voz muy débil, que repetía.


“Socorro, socorro, sacadme de aquí, me ahogo...”


Pensó, que, eran sus nervios, pero luego aguzando, el oído comprobó, que la voz existía, y, lo mismo; corroboraron sus compañeros


Pero. ¿Quién era el que hablaba?


Allí no había nadie, el coro estaba vació, no había personas en el mismo, que además, llevaba, mucho tiempo, abandonado, sólo estaba el viejo órgano, los bancos, ó, sillares medio carcomidos; por la polilla, y, una estrecha teca, ó, alacena en la que, no cabía nadie, así que la cosa apuntaba misterio


Jaime, dijo que sería, alguna grabación de casette; colocada, por un gracioso del pueblo, decidieron hacer averiguaciones; miraron en todas partes, puestos a no haber, no había ni luz eléctrica, ahora si que, los embargaba el misterio.


Noha, apunto que, serían almas de los asesinados en la guerra civil, ó, por la inquisición, esto les llevo días comprobar, que tampoco era posible, “la guerra incivil”; no había dejado más muertos, que los que causo en el campo de batalla, en ese sentido había sido un pueblo afortunado, por lo que; hace a la Inquisición, no se conocían registros de juicios, y, menos de condenas; aunque no era demasiado creyente, Carlos, propuso, ir hablar con el viejo cura, porque la voz era cada vez más angustiosa


D. Elías, al principio se negó, pero era un bonachón, y, acabo cediendo, así pues se dirigió hisopo en mano, a exorcizar, ó, preguntar al alma, que se quejaba desde ultratumba, en primer lugar donde estaba, para recordarle, que si se hallaba en el infierno, nada podían hacer, y, en el caso de que estuviese en el purgatorio, qué deseaba, si quería algún sufragio, ó, que pagasen, algo que tuviese pendiente en este barrio.


Pero a las preguntas de D. Elías, hechas siempre en Nombre de la Trinidad Santísima, y, apoyándose en la Santísima Virgen, la voz, sólo repetía,


“Socorro, sacadme de aquí me ahogo”


Lo que, agotaba, la paciencia del buen sacerdote, hasta que llego corriendo, Doña Carmen, la maestra; y, al oír la vocecita exclamo, “ay que es mi Manolo”


¿Algún pariente suyo, Dña, Carmen?


¿Qué pariente, ni que niño muerto?

Respondió esta; con su buen mal humor de siempre; mi loro, que se me escapo hace días?

¿Un loro?


Repitieron todos a coro, cómo no se les habría ocurrido,


La vieja maestra, pregunto, llamándolo por su nombre al mismo lorito, donde estaba, y, este los fue guiando, se había metido, en la caja del viejo órgano, que hubo que romper, pese a su valor, pero era la vida de; “Manolo”; para que este saliese volando, bueno, un poco, porque fue derecho a sacar, las gafas, a D. Elías, y, luego a buscar protección en el hombro de su dueña


De regreso, en la ciudad, Noha , dijo a sus amigos.


¿Os habéis dado cuenta, de la importancia de la investigación, de buscar las causas?, si no hubiese sido por el lorito, de doña Carmen, que, a todo esto nos ha dado, unos chorizos riquísimos, no, nos habríamos enterado, de lo que paso en ese pueblo en la guerra, ni en la época de la inquisición.


¿Hay más?


Le corto, Carlos, de no haber querido encontrarnos con el misterio, he ido a buscar al sacerdote, “Manolo”; habría muerto ahogado, y, acabaríamos contando a nuestros nietos, si un día los tenemos que, en la iglesia; “Do Monte redondo”; había almas en pena, gritando en el coro”


¿Cuántas leyendas, habrán surgido por ignorancia, y, miedo a ver lo que hay?

Repuso. Iriana

Bueno, mientras no hayan; muerto “Manolos”, es bueno, que sea así; me encantan; las leyendas, y, los cuentos sentenció, Jaime



Fin













No hay comentarios: