miércoles, 4 de septiembre de 2013

Rebeca


Rebeca;  se echo hacia atrás su negra melena, sostuvo un instante en sus manos la ajorca de oro, que le había regalado su hermano mayor; Laban, y, esbozo una ligera sonrisa.
Con tan sólo 16 años; era una muchacha alegre, jovial, pero con el corazón entristecido, la muerte de sus padres al ser alcanzados por un rayo, había llenado de tristeza su joven corazón.
 Siempre había soñado;  que sus padres, le ayudasen a educar a sus propios hijos, y, eso no había podido ser;  “los dioses no lo habían querido”,  aunque, no estaba muy segura, de la existencia de los dioses.
 Recordaba, que su madre; le hablaba del pariente, que siguiendo la llamada de un dios; que según, él era, Dios; había partido, a un rumbo desconocido.
Como a cualquier muchacha de esa edad; también a ella, le encantaba la aventura, y, se imaginaba, que el primogénito de aquel pariente, vendría un día a llevarse la, para hacerla, su esposa.
Será, se decía, alto, fuerte, con el pelo muy negro, y, espeso; los ojos negros, o, verdes.; no mejor azules; me amará, y, me protegerá; y, los dioses, o, mejor la diosa de la fecundidad, bendecirá nuestro amor, seremos padres de muchos hijos, y, tendremos nietos, luego le venia a la mente la muerte de sus padres.
Y, que si existía ese primogénito, debía de ser un hombre tan mayor, o, más que lo era su padre, que mejor  sería dejarse de soñar, y, aceptar el pretendiente que le habían buscado sus hermanos;  Ragulo.
 Era cierto que no amaba, a Ragulo.; pero es que no tenía que amarlo; sólo tenia que ser su esposa, y, darle hijos.
Decidió, decirle que sí, en la fiesta del plenilunio; no quería hacerse vieja, Mitandra, su mejor amiga, sólo era, dos años mayor que ella, y, ya tenía  cuatro hijos
Después dio gracias, a los dioses de cuya existencia dudaba; y, sin darse cuenta rezo al Dios, en quien quería creer; y, con esos pensamientos se durmió
A la mañana siguiente; llevo a abrevar al rebaño de burros, y, se encontró con un hombre y, sus dos asnos; recostado cerca del pozo; como buena cananea,  no se asusto, y despertó al intruso con un grito 
“¿Quién eres tú, y, que haces aquí?”
El hombre que por sus vestimentas, se veía que era esclavo de un amo rico. Se levanto e hizo una inclinación a la muchacha.
“Disculpadme, señora”
No soy señora. Me llamo Rebeca. ¿Te he preguntado que quien eres, y, que haces?
“Descansaba, he llegado fatigado;  vengo de lejos; me envió mi amo, y, bueno ahora quisiera pedirte un favor. ¿Puedes darme un poco de agua?
Claro que si, y, no sólo voy a darte a ti, sino que voy a echar agua a estos pobres animales; que sólo piensas en ti, egoísta.
“Gracias. Señor”
¿A que Señor hablas?
“Al Señor de mi amo Abraham. Al Único Dios, y, Creador de todo”
¿De Abraham yo soy, la hermana de Laban, bueno quiero decir que Abraham es nuestro tío. ¿Pero que haces tu aquí, y, no me refiero al pozo?
“Buscar esposa al hijo de mi amo, y, Yahvé,  ha respondido a mis plegarias”
¿Y es muy viejo el hijo de tu amo?
“Mayor que tú, si es como conviene que sea el esposo; para enderezar a la esposa;  “dijo sonriendo; para demostrar que no estaba de acuerdo,  que en el matrimonio hubiese relación de mando, entre los esposos.
Yo nunca me dejaré dominar por mi esposo, pero ese hombre tiene que ser muy mayor.
“No lo es, porque nació, por voluntad del Altísimo, cuando mis señores. Sara, y Abraham, ya eran ancianos. “
Los ancianos sobre todo las ancianas, no tienen niños, que no soy tonta
“No es lo normal. Pero El Señor lo puede todo; no es como tus dioses de arcilla, yo le pedí; que vinieses tú, y, me ofrecieses agua, para mi;  y, para mis burros; que seguro que si alguien escribe la historia, los convertirá en camellos, y, ahora dime
 ¿Puedo acompañarte para hablar, con tus hermanos?
Claro que si
Y, emprendieron el camino hacia la casa, de Laban, y. los otros hermanos,

Laban, era seis años mayor que Rebeca.; era egoísta., y, calculador pregunto a su hermana, quien era el desconocido, y, al enterarse de quien era, lo invito a pasar, y,  le ofreció un trozo de carne salada, y, un vaso de vino.
Eleazar, el criado de Abraham, le hablo de su intención, siempre que ella quisiera, de llevarse a Rebeca; para ser, la esposa de su joven amo Isaac.; si aceptaba allí, estaban aquellos presentes, y, desplegó un manto; en el que habían sido envueltas las más bellas joyas; si no acepta; tengo el encargo de regalarle, sólo este collar, como prueba ante el Señor, de que no quiso ser la esposa del heredero de Abraham
Rebeca escuchaba en silencio; y, no se lo podía creer, por fin su sueño; se hacia realidad.
Acepto.
Dijo, antes de que sus hermanos, hubiesen abierto la boca.
Acepto, partiré contigo, seré su esposa; es el hombre con el que siempre he soñado; lo acepto a él, y, a su Dios.
Laban, intervino en la conversación para preguntar
. ¿Y, nosotros que, si se va Rebeca; habremos de comprar, una esclava que haga; las labores, los hombres no sabemos hacer, determinados trabajos, y, somos gente pobre, ya sabes?
Ya había pensado en eso. Dijo Eleazar; en ese cofre, esta el regalo que os hace mi amo Isaac, como presente de sus bodas, con la que ya es mí, Señora Rebeca.
Entonces sus hermanos la besaron, y, la despidieron diciéndoles.
 “Adiós hermana nuestra, que te conviertas en millares de millares”.
 Le entregaron, dos asnos.
 Y, Laban le ofreció, dos idolillos, que, el joven rechazo.
Mi Dios es ahora, el Dios de mi Señor, Él nos ha unido.; a Él serviré siempre
Y, dicho esto se sentó en la grupa del asno; se cubrió el rostro con el velo, de las jóvenes vírgenes, y, cabalgo tras el asno en que iba montado Eleazar.
Soñando; como cualquier novia.
Con una vida llena de maravillas, con una vida en un jardín, con rosas sin espinas.
 El viaje fue largo; y,  cada día, crecía en su alma el amor por Isaac.
De repente;  Eleazar salto del asno.
Y, dio un grito;  mi amo ,mi amo.
Rebeca que se había descubierto el rostro.
Se lo cubrió de nuevo.
Al darse cuenta de que estaba frente a su esposo; era mucho más de lo que había soñado.
Cerró los ojos, y empezó a imaginarse al niño; que acunaría al año siguiente
Isaac, se acerco, beso a Eleazar; a quien consideraba como un tío, más que como un esclavo.
Y, ayudo, a Rebeca a desmontar.
“ ven, voy a presentarte a mi padre; hoy no se encuentra muy bien, y, se ha quedado en la tienda. Se alegrara al verte”
Rebeca, completamente ruborizada; se apeo,  del burrito.
 Y, siguió a pie, hasta la tienda de Abraham,  El patriarca se alegro al verla., y, bendijo a los dos jóvenes, les recordó que debían de fiarse siempre del Señor.; aunque pareciese que se olvidaba de uno; no era cierto, nunca se olvidaba
Los que olvidaban,  eran los hombres, pero Dios tiene, muy buena memoria, que se amasen mucho, pero en el Señor; que recordasen que a Él se lo debían todo; y, que todo, debían de dárselo si se lo pedía.,  él le pedía al Eterno; los hiciese padres de pueblos; como estaba seguro de que así; haría.
Tres días más tarde,  Isaac, introdujo a Rebeca en su tienda, haciéndola así su esposa.
De acuerdo con la costumbre del lugar.
Cuando a la mañana siguiente Isaac,  confirmo que Rebeca, es su esposa ante el Altísimo; y que es sólo del; y Rebeca; lanza al aire el velo que le cubría antes la cara, propio de las jóvenes vírgenes, y, aparece luciendo el manto de las casadas.; empieza la fiesta que dura quince días.
Fiesta que es, interrumpida para dar sepultura al patriarca Abraham, al lado de su amada Sara.
Después del entierro de su padre, Isaac beso a su esposa, y, le dijo
“Querida, ahora somos nosotros los herederos de la promesa”
¿De que promesa?
“La promesa de que de nosotros saldrá la bendición del mundo, Uno, en quien será benditas todas las naciones”
¿Y, en que hombre pueden ser benditas todas las naciones, cómo no se haga el Altísimo hombre?
“Calla, no sabes lo que dices”
Rebeca callo, pero su corazón de mujer, le dijo que no se equivocaba; el descendiente de Abraham,  en el que todos serian benditos, sería el mismo Dios hecho hombre; pero se lo callo; y se dispuso a empezar, su vida de casada, con su esposo Isaac.
 Vida en la que habría de todo, risa, llanto, mediocridad, días grandes, días alegre, días oscuros, como en la vida de cualquier persona, y, de cualquier matrimonio
Pero por encima de todo: la presencia de un Dios,  que ya había empezado, a revelarse como Amor.
Fin



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