Él no falla ni miente, pero me tarda verlo. Simeón
Simeón se levantó muy temprano, nadie en casa, entendía aquella manía suya, de ir al Templo, casi a diario, aunque lloviera
Repitiendo siempre lo mismo, tenía que ir, para recibir al Enviado del Señor
A veces escuchaba como una voz que apagaba enseguida, que le decía que ese Enviado no vendría nunca, no lo merecían
Simeón sabía que si Yhv solo diese a su Pueblo lo que merecía, hacía tiempo que su Pueblo no existiría, pero El Señor era distinto, era Dios
No, El Dios de Israel no fallaba, lo había dicho, se lo había prometido a él, que antes de ir junto a sus padres lo vería
Simeón sabía que Dios no falla aunque fallé el hombre mil veces, naturalmente esa Voz la había escuchado en silencio
Su mujer le decía, tu imaginación, o tus demonios menuda tontería, cuando venga el Mesías qué interés va tener en encontrarse contigo, primero echará a Herodes pues el reino de Israel es suyo, claro sí viene
Simeón se fue al Templo, iba le pareció casi corriendo ya era viejo, anciano decía su nieto Jonás, anciano, viejo suena mal, bueno lo que fuera
Se puso a la entrada, había mucho alboroto muchas parejas jóvenes venían ofrecer presentar ante el Señor el primer fruto de su amor, o de su matrimonio concertado que era el siglo 0 y eso de matrimonios por amor, pues pocos
Simeón saludaba, bendecía y esperaba, entonces los vio llegar ellos sí estaban enamorados, dos chiquillos que contenían su risa, vestían pobremente, y ella además de su bebé envuelto en una toquilla y amarrado a su pecho, llevaba dos avecitas para ser inmoladas, la ofrenda de los pobres.
Simeón fue corriendo hacia ellos, sin decir nada le arrebató el niño a la muchacha, que no supo reaccionar lo beso lo alzó hacia el Cielo, el bebé lloraba desconsolado, Simeón reía, lo había visto, lo volvió a su Mamá y mirando al Cielo dijo
“Ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en Paz, porque mis ojos han visto al Salvador que nos envías, Luz para iluminar a los gentiles, y gloria y orgullo de tu Pueblo Israel”
Los chiquillos papás no entendían nada, sobre todo lo de la luz de los gentiles, luego Simeón se puso serio, y le habló de una espada que le pasaría el alma, cuando su Bebé fuese causa de caída de muchos en su Pueblo, pero también de levantamiento, porque aquel Niño venía a levantar a los caídos.
Simeón había visto al Enviado era un bebé pobre, sería un crucificado, aquella noche Simeón se marchó con sus padres a esperar y dar ánimos en el Sheol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario