Simeón
Simeón era ya mayor, le gustaba ir al Templo casi todos los días. Tenía la seguridad, se lo afirmaba La Voz de Yhv que escuchaba allá dentro del, de que iba ver y conocer al Mesías
Su esposa Raquel y sus hijos y nietos, se reían
Sí hombre sí, le decía Raquel, cuando venga el Mesías, no va tener nada más que hacer, que darte audiencia, a lo mejor te nombra general de sus ejércitos, ah no, que el otro día dijiste que también venía para los perros, es decir los goings, los gentiles, esos que se hacen sus dioses. Cada vez que pienso la cara del rabino Samuel, menos mal, que le dije, te había oído mal, y quería decir los hermanos que viven en la diáspora
Y, tú Simeón sí no te meto dentro de casa a empujones, ibas a decir que venia para, ser su Luz
El Mesías vendrá para aplastarlos, para que Israel reine sobre ellos
Pero tú dale con esa Voz. Que me das miedo esposo
Simeón se acabo de arreglar, rezo su Shema, y dijo a Raquel me voy, hoy lo conoceré. Hoy ira a su Templo
Quién dijo su hija Rebeca
El Mesías hija, el Mesías
Papá,
Déjalo Rebeca, dijo Raquel tu padre, ha perdido el rumbo. El Mesías aún no llegó.
Simeón se fue corriendo, se sentía ligero, allí se encontró con Ana su amiga, una jovencita de 84 años, enamorada de Yhv
Entonces vieron subir a una parejita joven, llevaban un bebito en brazos, se lo turnaban como si fuese su muñequito, llevaban también una jaulita con dos palomitas que serían sacrificadas, eran pobres
Simeón les salió al encuentro corriendo, lo mismo hizo Ana
Tomo al bebé en brazos, y mirando al Cielo dijo
“Ahora Señor, puedes dejar ir en paz a tu siervo, porque mis ojos acaban de ver al Salvador que nos envías, luz para iluminar a los gentiles, y gloria y orgullo de tu Pueblo Israel, luego felicito y bendijo a los jóvenes papás, de pronto su rostro se nublo un poco, y dijo a la joven mamá, este niño será causa de que muchos caigan y se levanten en Israel, y a ti una espada de dolor, te traspasará el alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”
Jesús no paraba de llorar, extrañaba los brazos de sus papás, así que Simeón lo devolvió a su papá José
Mientras Simeón, oraba de nuevo en su interior.
“Tranquilo Señor, no diré que eres Tú, ese niño, lo he sabido al ver tus ojos, eran son tan hermosos como el mar, y La Voz de su interior le dijo. “El niño tiene los ojos de su mamá”
Simeón regreso a su casa, contó lo sucedido con el joven matrimonio. Su mujer y su hija Rebeca se rieron, el Mesías un bebé de una pareja que no pudo aportar el cordero, no cabía duda. Simeón cada día estaba peor
Pero Simeón las corrigió, si llevaban el cordero, el corderillo, yo lo tuve en brazos, pero aún no tenía edad para el sacrificio.
No se puede sacrificar el animal que aún mama
Lo dicho hija, dijo Raquel tu padre está loco
Pero desde aquel día, Simeón ya no iba tanto al Templo, iba a la sinagoga.
Fin
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