domingo, 20 de mayo de 2012

Alejandro el herrero


 Alejandro el herrero 
Alejandro pertenecía al grupo que había aceptado a Jesús como el Mesías. En un principio, ni él ni su padre fueron admitidos en la pequeña comunidad. Pese a que, éste había ayudado al Maestro a cargar con la cruz. No se podía olvidar que era gentil. Y que esa ayuda, había sido forzada.
Sin embargo, no se tardó mucho, en dar cabida a los gentiles; y fue entonces cuando Simón de Cirene, se bautizó junto con sus dos hijos, Alejandro y Rufo.
Alejandro, no podía olvidar, la educación dada por su padre; en su época de niño, y, de adolescente, así que se lo pensó mucho antes de abrazar la nueva fe.
No era de los gustan de figurar en el sitio de los perdedores; la nueva doctrina no era fácil, con eso estaba de acuerdo, sobre todo lo de perdonar, a él siempre le había costado, mantener a raya su temperamento; pero había más cosas
Era un hombre ambicioso. No avaricioso. Ambicioso. Para él. El triunfo, el poder era lo primero. Le entusiasmó la idea de la resurrección. Del triunfo del pequeño rebaño de Cristo, al que se sumaba por el bautismo.
Mas no tardo, en darse cuenta, de que había hecho mal las cuentas; y que hablando a lo humano no había ganado, había perdido
Antes cuando era gentil. Era sólo despreciado por los judío. Lo cual, no le importaba mucho, aunque su madre hubiese sido judía. Ahora era despreciado, y. perseguido por judíos y gentiles.
En cuanto al poder del pequeño rebaño, no se veía por parte alguna. Eran perseguidos, de uno y otro lado, y, los que no eran perseguidos eran despreciados, habían de ocultarse para invocar el nombre de su Dios; también él como otros se había ido de Jerusalén. Y, trabajaba como herrero. Cada día, aumentaba el número, de los que morían victimas del odio fanático ya de los judíos ya de los gentiles. Y él no veía que resucitasen
No era menos cierto que en las reuniones que celebraban para la fracción del pan; se les decía que todo eso tendría lugar cuando volviese el Señor. Pero el Señor, no venía, así que empezó a decirse si su nueva fe, no sería más bien un error. Trato de espantar aquel pensamiento como pudo.
Y se puso a pensar, en que si no fuese cristiano se hubiera hecho rico; en poco tiempo, pero el cristianismo; si bien no condenaba las riquezas ponía por delante, al necesitado. Condenaba el robo. Y, hasta su apariencia, y no permitía el engaño y el fraude. Y, todo ello, para ser feliz, después de la muerte.
¿Si es que hay vida, después de la muerte? Le susurro una voz al fondo de su alma.
Habría que esperar, por lo de pronto, los buenos triunfarían. La vida era corta. Así que iba a mantenerme fiel.
Días más tarde; se enteró de que en la ciudad estaba un tal Saulo. Ahora apodado Pablo, este era un judío-cristiano. Que había sido perseguidor de los nazarenos. Es decir de los cristianos. Alejandro no podía dejar de olvidar. Los ataques y persecuciones de aquel hombre; y se preguntaba, cómo lo habrían admitido. Y, lo que era peor. Como si fuese un apóstol más.
El domingo al acudir a una de las reuniones. Se encontró con que era este Pablo quien dirigía a la asamblea. Y, aunque reconoció, el daño que había hecho. No pidió perdón a la asamblea por ello. Sino que se puso a hablar como si se viese lleno del Espíritu de Dios.
Con autoridad; y Alejandro comprobó, como muchos que tenían mártires en su casa. Callaban, y bajaban la cabeza ante aquel hombre.
Aquello era intolerable. Saulo siempre había sido distinto. Ya como judío no era despreciado por los romanos. Por ser romano de nacimiento, ni por los judíos pues era judío y notable.
  Educado en la escuela de Gamaliel. Y, ahora por si fuera poco. Se ponía a dar lecciones de doctrina a los mismos que había perseguido.
Decían que Cristo se le había aparecido en el Camino. Pero, para Alejandro eso no era más que un truco, inventado por aquel hombre, para estar a bien con todos. De ese modo empezó a odiar a Pablo.
A odiarlo porque veía en él al viejo Saulo. Y, no al joven Pablo. Su odió fue acrecido por la envidia, que sentía cuando cada domingo. Veía a las gentes escucharlo con cariño. Incluyendo a su hermano Rufo. Y, a su padre Simón.
Una noche estaba Alejandro a punto de cerrar su herrería, cuando llegaron unos soldados del emperador, de Nerón. Uno de ellos estaba o simulaba estar bebido.
Empezaron por decirle. Si era cristiano, y que sabía de un tal Pablo; si era de los que pensaban que el emperador estaba debajo del dios de los cristianos.
Alejandro no quería ser apóstata. Pero tampoco tenía ganas de servir de alimento a las fieras. Así que trato de mantener el equilibrio y dijo. Que; a ningún hombre se le podía preguntar por sus creencias. Sino por su fidelidad a Roma. Y él era un fiel súbdito del emperador, además no era más que un herrero, y, no podía perder el tiempo con tonterías. Si querían saber, si el emperador estaba sometido a Dios le preguntasen a Dios, o al emperador.
Los soldados rieron la gracia. Y dijeron “¿ y de Pablo que sabes?”
¿Qué voy a saber de Pablo?
Uno de los soldados abrió una bolsa, y, dejó. Que se viese su contenido. Entre piedras preciosas y monedas de oro. Etc. Debía de haber como 1.000 talentos. Lo que le permitiría, retirarse a la isla de Capri, llevarse a su padre enfermo, casarse, con una rica mujer; y, hasta atender a los pobres.
Si porque no pensaba dejar de ser cristiano. Toda aquella riqueza sería suya, sólo con decir donde se alojaba el tal Pablo.
Una voz le susurro, que eso era un acto como el de Judas. Pero otra más fuerte le dijo que no, que hasta era pecado pensarlo. Judas traicionó al Hijo de Dios y él no iba traicionar a nadie. Sólo iba a decir a unos soldados donde vivía un súbdito del emperador, si el tal Pablo era un buen romano. No tendría que temer. Si no era tiempo. De que pagase por los crímenes que había cometido contra la naciente Iglesia.
Por lo tanto, él Alejandro sólo la estaba purificando.
Vive en...
El soldado sacó una moneda de 10 denarios de la bolsa. La echo sobre la mesa. Y dijo. “!gracias¡ .nos vamos. Lo siento. No hay más por una traición, es una buena paga. ¿no te parece?.
Alejandro empezó a murmurar y maldecir a los dos soldados, pero pronto callo  en la cuenta de lo que había hecho. Se había metido a juzgar a un hermano, a desconfiar de la misericordia del Señor. Y, había hecho el peor pecado, la traición.
“Dios mío perdóname. Ayúdame.” Se dijo que debería buscar corriendo a uno de los sacerdotes para confesarle su crimen. Y, de paso alertarlo para que si era posible avisasen a Pablo. Y. se pusiese a salvo. Ya iba en camino. Cuando una mujer, llegó corriendo, para, decirle que era un canalla. Que por su culpa, Pablo estaba preso.
Aquello lo hundió. Y, durante unos días se mantuvo encerrado en su casa, se sentía cobarde y mezquino. Sin embargo, a su mente acudió el relato del Hijo prodigo. Y se dijo. Que no podía ser menos. Así, que iría a confesar su crimen. Necesitaba oír que Dios lo había perdonado.
Al salir noto un aire a quemado que provenía, de la parte del Trastevere, y salió corriendo hacia allí, por un momento se olvidó de porque había salido de casa.
Él no importaba. Había que salvar al mayor número de personas. Se metía por entre las llamas. Para rescatar al mayor número posible. Las llamas lo besaban, y él seguía adelante. De pronto un soldado lo detuvo. “tú eres cristiano: se ve claramente. Por eso estas aquí, ven estas detenido”
Alejandro fue conducido a la misma prisión; donde estaba Pablo. Al ver a su “victima” cayo de rodillas.
Perdóname hermano. Perdona mi traición, perdona que no creyese en tu conversión. Perdona mi ambición.
Pablo, lo levanto del suelo. Lo miro fijamente, y, de un puñetazo lo hizo rodar por el piso. Luego lo levanto. Lo abrazo llorando y le dijo:
Hermano. Es el Señor quien ha de perdonarnos a los dos. Yo fui perseguidor. Pero Dios tuvo compasión de mi, como la ha tenido de ti, fíjate te ha besado( y señalo las quemaduras que Alejandro tenía ya en sus manos) y, pronto nos dará a si lo espero su abrazo definitivo.
Dios te perdona Alejandro. Y si Dios te perdona. Pablo también.
A la mañana siguiente, Pablo y Alejandro eran decapitados. Como miembros de la secta cristiana, enemigos del imperio. Coautores del incendio, del que era autor real Tigelino.
A la mañana siguiente Alejandro comprobaba. Que la Resurrección si existía.
Fin

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