domingo, 6 de mayo de 2012

Cabaret

Cabaret
Para el comisario Eduardo, aquella no era una jornada cualquiera; la muerte de “La Linche”; había supuesto para él un duro golpe, y, se había propuesto descubrir quien había sido su asesino, no cejaría en su empeño hasta descubrirlo..
“La Linche”, era una cabaretera de fama, con varios amantes; pero ninguno tenía motivos para matarla; si es que; se pueden tener motivos para matar, alguna vez, que para el comisario Eduardo, no existían nunca.
Intento obtener una listas de todos los clientes del cabaret, que habían visto, a La Linche; con vida, no consiguió averiguar nada; que fuese interesante, para resolver el caso; todos tenían coartadas, sólidas, y, probadas
Pero de lo que no había duda, era de que alguien; había apuñalado a la joven, hasta la muerte, quien lo hizo, lo hizo, con intención de matar.
ya, que las 2 puñaladas habían sido certeras una en el corazón, y, la otra, como queriendo asegurarse de que “ el trabajo” estaba bien hecho, justo bajo la yugular.
Y, había más; la joven no se había defendido, era como si el asesino, la hubiese sorprendido, sorprendido ;porque confiaba en él ciegamente.
¿Y, en, quien podría confiar de ese modo?
Sólo en una persona, en el señor Ramón, su padre, el encargado, de matar los cerdos, y, las reses en el pueblo; el comisario Eduardo, se rasco, la oreja, como queriendo borrar, aquella absurda idea, “ es una barbaridad, lo que me ha venido a la mente, no, “ Eduardo”, tienes que seguir pensando, pero eso, no puede ser, eso es absurdo, cómo iba, el señor Ramón, a matar a su hija, si la adoraba, el señor Ramón, mata animales, y, hasta eso, le cuesta, pero es su oficio, pero de ahí, a matar, a un ser humano, y, su, propia hija, hay un abismo, no, tengo que seguir buscando, aunque....



Se interrumpió, en sus pensamientos, y, por un instante, se quedo pálido; sí el señor Ramón, adoraba a Lucia, la hija, que supuestamente, trabajaba como limpiadora, en las oficinas de la Seguridad Social, pero no adoraba, a una cabaretera, no, adoraba a una mujer de vida disoluta, como era, “ La Linche”
La Linche, no era su hija adorada, al contrario, era “ quien la había matado” porque Lucía, “ murió” al convertirse, en ella, así, que el señor Ramón, tenía, todas las papeletas.
Así que sin pensárselo dos veces, decidió, ir, a interrogarlo, al principio, lo negó todo, se hizo el ofendido, pero al final, acabo por derrumbarse, y, confesarlo, todo, Lucía, era su niña, querida, su ojito derecho, y, cuando descubrió, “ la mentira” de su vida: no pudo soportarlo más; al principio, fingió no darle importancia, para obtener una llave, del camerino; y, entrar en él más tarde, para sorprenderla, cuando llegase a descansar, después de la función.
¿Y, asesinarla?; pregunto, Eduardo.
No, porque no soy un asesino, entre para ejecutarla, había pecado contra Dios, contra su familia, la había deshonrado, había arrastrado el apellido, por el suelo, un apellido pobre pero honrado, así que merecía la muerte.
No, grito el comisario Eduardo, rojo de rabia, merecía, un padre, que la ayudase: a salir de su pobre vida, que la amase, fuese como fuese su vida, tal vez por eso, si, su padre, si, usted, señor Ramón, no la quería por ella, tal vez, Lucía, su hija, ha sido afortunada. No, no ha sido afortunada, lo es, y, lo es ya para siempre
Digo, que lo es, porque donde esta ahora, no la juzgan, ahora es amada. Esta en los brazos del Único Padre, que nos ama, sin importarle manchemos su apellido, Aquel, cuyo, Hijo, dijo
“ las prostitutas entraran las primeras, en el Reino de los Cielos”
A Eduardo, aunque no era, demasiado creyente, le encantaba, aquella frase del evangelio, que él tomaba en sentido literal.
Seguro, que La Linche, era feliz en el cielo, ahora, sólo le restaba a, él cumplir con su deber, y, detener a su asesino, a D. Ramón García, y, dar, por concluido el caso

Fin


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