lunes, 7 de mayo de 2012

La hilandera de Belen


Rebeca que así se llamaba la protagonista de esta historia; Se había levantado muy temprano. Desde la muerte de Abraham su esposo, ella sola había tenido que sacar adelante a sus 5 chicos.

Toda su riqueza consistía en un pequeño huerto, que apenas daba para comer, y una rueca, con la que sentada a la puerta de su humilde casa. Hilaba la lana que esquilaba de su pequeño rebaño. Lana que después vendía en el mercado de Belén. Y una vez al año. Cuando la pascua estaba próxima en Jerusalén.

Aquel día se encontraba triste, su campo prácticamente se había secado por las heladas. Y lo que es peor el frió había entumecido sus manos. El dolor al manejar el huso; era impresionante; y sin aquello no podía vivir. Sí al menos alguno de los niños, pudiese trabajar pero el mayor. Rubén. Sólo tenía 8 años.

Se echo por encima el manto, y se dirigió al mercado. Jamás había visto tanta gente en Belén. Pregunto porque y le respondieron que debido al censo que había ordenado el emperador. Por prudencia callo, su opinión, que no estaba el momento para meterse en líos.

De pronto por su cabeza paso una idea

¿Cuándo vendría el Mesias? Y a esta la siguió un pensamiento negativo. Si es que viene. Porque al paso que vamos. No tiene muchas trazas. Y de venir, si es que se pone de nuestro lado; que lo más probable es que se ponga del lado de los otros. Como han hecho siempre, los que tienen poder.

“A mi me parece que Dios, en vez de un guerrero, que someta a Israel a Roma. Y los demás pueblos. Debía de enviarnos alguien que nos enseñara a amarnos unos a otros, a que el rico no explote al pobre, y el pobre no ande buscando ocasión de robar y matar al rico, un hombre. Que nos enseñase a amar. Difícil lo pongo. Un poco más y le pido a Yahvé que venga el mismo como Mesías. Dios me perdone lo que estoy pensando. Menos mal que no lo he dicho en alto. Es una locura. Que digo casi una blasfemia. Pensar y querer que Dios se haga hombre. Aunque bonito si sería.”

Hizo como pudo para espantar aquellos pensamientos. Y no se santiguo porque era judía y la Cruz todavía tenia muy mala fama

En el mercado no le fue también como hubiera querido. Pero a la vuelta una criada de la casa de Herodes. Se encapricho por una pequeña especie de toquilla. Tejida primorosamente.

“Si quieres vendérmela, tráemela mañana a palacio, te pagaré por ella 6 denarios”
Rebeca no dijo nada. Pero, en su mente, ya estaba decidida a ir, a la casa de Herodes, llevaría esa toquilla y otras más.

Gracias a Dios, el día no había sido tan malo.

Por la noche. Se despertó varias veces con el ruido que provenía, de la cuadra que tenían los de la posada. Que estaba cerca de su llamémosle casa. Aunque si era hogar. No se levanto para ver lo que era. Despertaría a sus niños. Estaba cansada y tenía frió.

A la mañana. Se levanto. Hizo como siempre sus oraciones. Dio el desayuno, un pobre desayuno a sus hijos. Acomodo a los animales. Examino la toquilla que iría vender a Herodes. Y con un poco de lana que le quedaba hilo y tejió otra.

Salió de casa. Con un dolor horrible en las manos. Con la tristeza de ver. Como las verduras se habían secado. Y se encaminaba hacia el palacio real. Cuando de repente.

Un hombre joven. Como de unos 28 años. Se le acerco. Y le dijo, “Mujer, ¿sabes donde puedo conseguir, ropita de abrigo, para el hijo que mi mujer; tuvo anoche?
“Eso depende. Yo llevo aquí 2 toquillas. Iba venderlas a Herodes, pero no me importa, vendértelas a ti, si claro me pagas lo mismo que Herodes o más”

¿Cuánto te iba pagar Herodes?

“ 6 denarios por cada una”

“Yo no puedo. Soy un obrero un carpintero de Nazaret; estamos aquí por el censo. Porque somos descendientes de David”

“Descendientes venidos a menos”

“No descendientes pobres, como pobre era David. Pero uno sólo viene a menos cuando cae en pecado, y yo, bueno es el Eterno quien nos juzga. Pero duermo muy bien por las noches”

“Ya, pero si no puedes pagarme lo que te pido, no puedo hacer nada. Soy pobre y tengo hijos que mantener. Los pobres tenemos que cuidarnos cada uno de sí, que nadie nos va cuidar ni el Mesias cuando venga. Que tendrá que ponerse del lado de los ricos”

“No eso si que no, el será de todos. Enseñara a todos a amarse además como iba mi Niño a ponerse al lado de los ricos”

“¿qué pasa que has celebrado el nacimiento de tu hijo y se te fue la mano. Empezamos hablando del Mesias. Y te pones a hablar de tu hijo, por cierto no habrá nacido en la cuadra de la posada?

“Si, la posada estaba llena y el posadero es tan buen hombre, que nos dejo, la cuadra para que tuviéramos un rinconcito caliente.”

“Mira sabes que te digo; que voy a ver al niño, me encantan los crios. Y de paso le daré unos consejos a tu esposa. Eso si, ya te advierto que no voy a venderte y menos darte las toquillas”

Unos minutos más tarde entraban en la cuadra, que Maria, había convertido casi en un “palacio”
Al verla ir y venir. De aquí para halla. Rebeca, lanzo un grito, la tomo del brazo, y la obligo a acostarse
“pero no ves criatura que acabas de parir”

Maria. Casi una niña. Respondió

“Pero si yo estoy bien. Y tengo que hacer las cosas.”

De pronto los ojos de Rebeca, se fijaron en el recién nacido. Se acerco hacía él le sonrió y el pequeño, respondió con el esbozo de una sonrisa

“¿Puedo coger lo. Me encantan los niños?”

“Claro que sí, “ respondió Maria.

Y, Rebeca tomo en sus brazos al chiquitín. Que giraba la cabecita buscando a su Mamá. Al ver que empezaba a hacer “pucheritos”

Rebeca lo volvió a su cunita. Pero entonces noto, que estaba muy frió. Su corazón de mujer y de madre, reacciono al unísono. Abrió el paquete donde iban las toquillas y envolvió, en una al bebe, la otra la entrego a la madre. Diciéndole, así una lavada y una puesta. Porque “ese sinvergonzón no tarda ni un minuto en mojarla”

Maria le dijo, que no podían pagarle.

A lo que Rebeca contesto, que jamás le habían pagado también. Que no había dinero comparado a la emoción que sintió al tener aquella criatura en brazos.

Aún se quedo un rato, que aprovecho para reñir a Maria, porque esta cada vez que el Niño, lloraba iba a tomarlo en brazos.

“No hija no, primeriza tenias que ser. Si ya ha mamado. Si tiene el culito sequito y limpio; pues déjalo llorar, que no le hace daño, de lo contrario, te va marear”

“Pero si yo estoy para servirle” Respondió la Joven Madre.

“No, no. Y no. Aunque haz lo que quieras. Pero el deber de una madre es educar desde la cuna. Te lo digo yo que tengo cinco”

“Tienes razón, por qué no los traes mañana a conocer a Jesús. Le vamos a llamar así”

“Veré lo que hago. Trabajo hilando. Y no me encuentro muy bien, ya ves como se están poniendo mis manos. Y por si fuera poco, el huerto que tenemos se esta secando”

“Cuanto lo siento, y nos has regalado esas toquillas que ibas a vender a Herodes. Mira se me ocurre una idea. “

Entonces Maria se levanto, tomo a Jesús en brazos. Mientras Rebeca se decía ( no aprende, esta cría. Ha dejado los muñecos por su hijo, y. piensa que es otro muñeco).
De pronto se quedo absorta al oír. Lo que Maria decía a su Hijo

“ Mi amor. Esta buena mujer. Que te ha regalado sus toquillas su trabajo. Que te ha tenido en el regazo. Esta malita. Le duelen sus manos, que necesita para ganar el pan, para sus hijitos. Y además su huerto se ha secado. Por qué no le pides a tu Abba por ella, tú puedes mi niño ayudarla”

Rebeca se despidió con lagrimas en los ojos. Lo que había oído era demencial; le había hablado a un recién nacido como si fuera capaz de entender. Y, además le había dicho cosas que no tenían pies ni cabeza.
Como iba, un niño de días hablar con su abba. Padre. Y que iba poder hacer un carpintero. Para curar sus manos, o hacer que su huerto fructificase de nuevo.

Absorta en sus pensamientos llego a casa. Y. al sacarse el manto, vio que sus manos estaban curadas, ya no le dolían. No entendía nada. ¿seria casualidad?. Se acerco al huerto. Y vio que se había convertido en un vergel.

Entonces miro al cielo. Sonrió, y como nadie la oía dijo en alto.
“Veo, que estas tan loco, o más de lo que pensaba yo”

Luego llamo a sus hijos. A Rubén. Sara, José, Rut, Salomé.

“Venid hijos. Vamos a ver, y. adorar al Mesias.; pero no digáis nada a nadie. Me temo que le van a poner difícil que empiece ya, siendo pobre.”

Entro en la cuadra. Y se arrodillo delante de Jesús.
Maria sonreía mirando la escena.

Rebeca se volvió hacia Ella.

“Señora, como podré pagarte, que aceptases envolver a tu Hijo, en lo que esta indigna mujer había tejido”

Maria la tomo de la mano. Le dijo que no le llamase Señora, que Ella sólo era la Esclava del Señor. Que no había nadie indigno. Sólo era indigno quien no amaba a Dios

Rebeca, le dio las gracias pero le dijo. Que si era Señora. Pues era la Madre del Señor.

De pronto echaron cuenta de los hijos de Rebeca. Que por supuesto no estaban de rodillas ante Jesús. Lo que hacían era jugar con él: como con un muñeco. Cosquillas por aquí y por allá y, Jesús a risotada limpia. Se lo estaba pasando genial.

Después de aquel día Rebeca; ya no volvió a ver a la Sagrada Familia. Pasaron los años. Los hijos de Rebeca unos se casaron. Otros murieron. Y, ahora nuestra amiga, vive en Jerusalén. Es ya una mujer mayor.

Que sigue con su mismo oficio. Aunque ya no pasa hambre. Acaba de tejer una sábana de lino.
Ha empleado el mejor lino. Porque quiere, venderla a una de las mejores familias de Jerusalén.
La avisan de que el senador José de Arimatea.
Quiere hablar con ella, Rebeca le vende la sábana.
Que sin ella saberlo, será la nueva toquilla de Jesús





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