domingo, 20 de mayo de 2012

Odalisca

Pedro, espero en el café, la llegada de Juan; los dos jóvenes, habían quedado en verse; para decidir, su viaje de fin de carrera.

Cuando, apareció, su amigo; lo recrimino, por su tardanza.

“ Es imposible, contigo chico, tardas un año” dijo, aparentando, un  enfado, que no sentia.
Juan,  saco su cazadora, la puso, en el respaldo de la silla, se sentó, y, mirando a su amigo, dijo: “ Tranquilo, no estuve perdiendo el tiempo; mira ya tengo el lugar".

Sacando,  una carpeta, le mostró, el folleto de una agencia de viajes. “ ¿Ves, aquí esta, Jordania?”

Pedro, se quedo callado, sin decir nada, como si, no le gustase al idea, de pronto, añadió.

“Tú estas loco, ó,  qué, ¿Cómo, eliges, un país islámico?”

"Ya, ves, , me gusta el exotismo, y, desde luego, no voy, a renunciar, al viaje, si, no quieres. venir, voy solo".

“ Alto, ahí, que yo, no he dicho; que no vaya ir, sólo, que no me parece, prudente, en estos momentos un viaje a un país de esa cultura”

Una semana más tarde, llegaban, a la capital Amman; como el guía, les dio la noche libre; Pedro, propuso ir, a un  local típico; un  Café teatro

El lugar, era distinto, a cualquier otra cosa, que hubiesen podido, ver en Europa; todo estaba en penumbras, hombres sentados, en hermosos cojines; fumaban, sus pipas de agua, y, todo se hallaba envuelto, en un aroma misterioso, y, subyugante.

De pronto en el escenario, apareció, “ella” ( la odalisca) apenas unas lentejuelas, cubrían su impúdica desnudez; la mujer, era de una belleza absorbente, de una hermosura turbadora; realizó, la danza del vientre; y, la danza de los 7 velos.

 Pedro, no podía apartar, los ojos;  era como si estuviese encadenado, a la joven bailarina.

“Tengo que hablar con ella” dijo, a su amigo, cuando ambos se encontraban, fuera del local; Juan le respondió que era una locura.

Pero él no estaba, dispuesto a escuchar, el consejo de su amigo, así, que se acerco a la puerta, de acceso privado, los 2 árabes armados, que custodiaban el local; trataron de impedirle, la entrada en los aposentos privados de la bailarina, al tratarse de un infiel; y, ya lo tenían bien sujeto, cuando apareció, ella, más bella, si cabe, y, con un solo ademán, ordeno que lo soltasen, y, luego lo invito a  a recostarse a su lado, en unos cojines, de terciopelo rojo, y, negro, la habitación se hallaba completamente, a oscuras, exceptuando, unos candelabros de aceite, y, unas velas que le daban, un aire, misteriosos, y, extraño.

Criados, venidos de no sabía donde, es decir, que no los había visto en el local, les sirvieron las más exóticas bebidas, y, así paso con la joven, la más loca noche de pasión, y, sexo, como si fueran dos animales salvajes.

Extenuado, y, medio dormido, regreso, a la mañana siguiente al hotel; donde contó a Juan su aventura, este lo recrimino, pues veía, la aventura de su amigo, como algo peligroso, pero Pedro no escuchaba

Desde, aquel día todas las noches. iba, al Café teatro.  Cierta noche; ella, le pidió, una cosa que se desprendiera, de la cruz, que llevaba, al cuello.

Se lo pidió, como un acto de amor, y, él aunque era creyente, a su modo, no vacilo, ella tomo la cruz, la arrojo, en una copa de champagne, y,  la joya, se disolvió.

En el hotel, no contó nada a su amigo;  ocultándolo como un niño pequeño,  oculta sus travesuras, pero su amigo, se dio cuenta, de que no llevaba, la cruz, y, le pregunto,  por ella.

Su respuesta fue violenta

“ No es asunto tuyo”

Entonces Juan, comprendió, lo que estaba pasando, y, le dijo


“Cuidado con esa mujer”

Pedro, como era de suponer, no hizó caso, y, todo, siguió igual hasta, que  ella le pidió la joya, que lucia en su corona, la imagen de La Virgen, en la pequeña iglesia Católica; para ello, tendría que matar, al sacristán un viejo enfermo de cáncer, al que en realidad haría, un favor; ( le susurro al oido). Pedro, no acababa, de verlo claro, pero, ella lo cautivaba ,con sus caricias pues el premio, era ella misma, su cuerpo
.

Al día siguiente se dirigió a la iglesia, dispuesto a cometer, su crimen, y, su robo sacrílegos; ya tenía a punto el puñal, para hundirlo, en el pecho del anciano sacristán, (quien indiferente a todo dormitaba en un banco) de arrebatarle las llaves, y, robar la joya, salir corriendo, y, entregársela, "a la más hermosa de las mujeres". Pero su mirada, se topo, con el crucifijo, que pendía del cuello del viejo; y, comprendió, lo que iba hacer, estaba llorando de rodillas, cuando entro D. Manuel el cura.

Pedro, le conto todo lo sucedido, el sacerdote, salió con él de la iglesia, llevando el hisopo con el agua bendita; al llegar al café –teatro, se santiguo, y, lanzo un exorcismo, rociando con agua bendita, la entrada del local; al punto todo desaparecio, todo menos una culebra, de 4 cabezas horribles, con una piel de lentejuelas, que el joven, supo era la odalisca, que lo había querido, arrebatar.

Han pasado algunos años, hoy se casa Juan, y, oficia la ceremonia, un joven sacerdote, que marchará, a misiones, este sacerdote, a quien un día sedujera, una odalisca del infierno. Es Pedro.
Fin

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