domingo, 20 de mayo de 2012

Cirineo


 Cirineo. 
Se llamaba Simón y había nacido en la pequeña localidad griega de Cirene. Había heredado un negocio de vinos de sus padres
Con 20 años se enamoró de Ruth, una joven judía. Pero los padres de ella, fervorosos, ó, fanáticos judíos según se mire. Se opusieron a su matrimonio. Que pese a todo se celebró.
Ella siguió practicando los ritos de su religión; y, Simon. Cumpliendo con la religión griega en la que no creía. Porque para él todos los dioses. Incluido claro esta; el dios invisible de los judíos no pasaban de ser un mito.
A los dos años. La pareja se vio bendecida; ó, aumentada con el nacimiento de su primer hijo. A quien la madre deseaba llamar como a uno de sus viejos profetas.
Pero Simon hizo valer su autoridad; y, le puso de nombre. Alejandro como al gran Alejandro Magno. Y, por supuesto no permitió fuese circuncidado.
Diez años más tarde nacía Rufo. Un hijo no deseado; y, a quien su madre había intentado todo para que no llegase al mundo.
La verdad es que a partir del nacimiento de Alejandro las cosas habían ido mal, apenas se ganaba en el negocio de los vinos.
Habían surgido nuevos competidores. Los emperadores se hacían traer el vino, desde España o Italia.
Y, los ricos; estaban haciendo lo mismo. Así que no era tiempo de llenarse de hijos.
En Jerusalén casada con un judío; tal vez Ruth nunca hubiera llegado a donde llegó; pero su esposo no había permitido siquiera ;que su hijo fuese circuncidado.
Ella estaba convencida de que; sólo los judíos sé  salvarían cuando viniese el Mesías.; por ello no tenía sentido traer al mundo más niños.
Además casi todas las mujeres griegas ;lo hacían; sólo se trataba de tomar unas yerbas.
Y, luego pues todo volvía a ser ;como si no hubiera pasado nada.
Aunque la primera vez; Ruth, tuvo la sensación de haber cometido un crimen.
Y, Simon la misma. Y así por dos o tres veces. Pero después se acostumbraron lo hacía todo el mundo, o, casi todo; las yerbas para recuperar la menstruación se vendían en los mercados como si fueran naranjas; ó, dátiles.
“Las jóvenes alegres de Corinto”; venían a comprarlas.
Y, para Ruth pasó a ser algo trivial, cuando su cuerpo le anunciaba una nueva vida.
Ella encargaba a Simón que le comprase las hierbas.
Pero Rufo, tenía ganas de vivir;   no hubo hierbas que pudiesen con él.
Incluso acudió a una bruja que usaba ciertos medios mecánicos, para conseguir librarse de aquel intruso, fue inútil.
El pequeño intruso seguía allí.  Ruth hubo de conformarse con seguir con su embarazo.
Llegó el parto, su cuerpo estaba tan mal debido a tantos ataques como había recibido.
Que al dar a luz a su hijo cerró sus ojos para siempre.
Simón enterró a su mujer,  recogió el hijo no deseado al que puso por nombre Rufo,  vendió la vinatería. Marchándose a vivir a Israel.
Pensando que tal vez los familiares de Ruth le diesen alguna ayuda al ver que eran parientes.
Pero la familia de Ruth no querían; saber nada, de unos parientes idólatras.
Y se vio obligado a comprar un huerto; que nadie quería por estar cerca del monte de las ejecuciones
Sus hijos no eran admitidos en la escuela; y, él se veía obligado a mal vender sus productos ;pues si no; nadie se los compraba.
Sólo lo hacían los fariseos, a  muy bajo precio.
Se fue curtiendo en el odio,  sus hijos se fueron educando como dos jóvenes rebeldes.
Como no podían acudir a la escuela. Era el propio padre quien se encargaba de transmitirles la cultura griega.
De enseñarles a leer a sus grandes trágicos y épicos;  sobre todo a odiar a los judíos y a su dios.
Eso sí. Simón les enseñó; que no había dioses.
Tampoco los que aparecían en la Odisea; en la Eneida, o,  en las tragedias de su pueblo.
Los dioses eran una forma que tenían los pueblos para explicar ciertas cosas que por ahora no se entendían, pero que ya se entenderían.
Dado que no había dioses ni dioses, no había más vida que la presente,  uno debía de pasarla lo mejor posible.
Ayudar al prójimo si, siempre que se cumpliese una de estas condiciones.
Que se fuese obtener ganancia por ello,  en el momento, o, en el futuro.
La otra, que, a uno le obligasen,  a ello.
Fuera de eso, ni un vaso de agua.
Eso que lo hicieran los estúpidos, que creían, que iban a seguir viviendo tras la muerte.
¡Imbéciles lo que serían es comida de gusanos¡
Aquella mañana Rufo;ya de, 15 años le había pedido permiso; para acercarse
hasta el Nazareno,  Simon se lo había dado, porque no creía prudente prohibir nada, a sus hijos.
Pero cuando Rufo y su hermano regresaron.
No le gusto; lo que le habían contado,  aquel hombre; un carpintero de Nazaret.
Predicaba el amor a los enemigos; la ayuda a todo el que lo necesitaba, sin esperar más recompensa que el amor de Dios.
Hablaba de justicia, de Amor. Pero no del amor que encarnaba Afrodita traducida Venus por los romanos.
No de un Amor que no dudaba en dar la vida, por los propios enemigos.
De la confianza ilimitada en Dios. A quien llamaba Papá;  en suma, aquel Hombre era un "loco".
Para quien la felicidad era. No ambicionar riquezas. Llorar. Y ser perseguido.
Bien está que según sus propios hijos le contaron; aunque ellos no lo vieron; decían que hacía cosas maravillosas y que una vez.
Había incluso resucitado a un muerto; caminado sobre el agua. Simon convenció a sus hijos de que todo era mentira.
Tal vez, aquel pobre loco; habría caminado por la orilla del mar;  nada más. Por supuesto que podían oírlo; pero sin creer nada de lo que él decía; cosas que por otro lado, no admitían ni sus propios paisanos.
Una mañana Alejandro el mayor preguntó a su padre si ayudaría al Nazareno en caso de que este precisase ayuda. Simon respondió. Si tiene con qué pagarme, lo haré encantado; si no; dado que no voy a sacar ninguna ventaja en el futuro por ayudar a un loco, que se cree hijo de un dios, pues simplemente no. “Ah no ser, que te obliguen. ¿verdad papá?” dijo Rufo. “Así es hijo, pero nadie va obligar a ayudar a un judío a quien los puros de su pueblo consideran un blasfemo”.
Simon se equivocaba, aquel viernes, víspera de la Pascua judía.

Aunque había judíos que la celebraban el jueves,  Simón venia del campo de trabajar su huerto, recoger algunos productos que tenía que vender en el mercado.
Ni el ni sus hijos celebrarían aquella fiesta,  oyó, un ruido atronador.
Y un oficial romano lo obligo a hacerse a un lado del camino. Llevaban tres desgraciados para ser ejecutados.
Una cosa es que Simon fuese ateo.
Que no estuviese, para ayudar al prójimo y, otra; que careciese de corazón y que no le dolieran aquellos desgraciados. Uno de ellos, cayó en tierra y por más esfuerzos no conseguía levantarse; el esbirro romano lo azotaba con su látigo, pero el reo, sucumbía más y más en el suelo; entonces el romano echó, una mirada; a ver a quien podía poner; como ayuda, para que pudiese llegar al lugar de las ejecuciones; pero ningún judío quería que después se le relacionase como él que había tomado una cruz.
Aunque fuese para ayudar a un reo a llegar al patíbulo; claro que tampoco era cuestión de que se muriese en la calle, no esa sería una buena muerte ;y, aquella gente llena de odio querían para Jesús, la peor de las muertes la muerte en cruz; no podía ser crucificado en mitad del camino.
Insistían a los romanos, que buscase algún impuro que le ayudará a llevar la cruz. Había algunos leprosos y hubiesen servido, si tuviesen fuerzas.
Hasta que uno de la turba se fijo en Simon. El impuro griego lo conocían por su apodo del cirineo, debido a su origen.
El centurión se acercó a Simón. “eh tu. Ven tienes que ayudar, a su Majestad a llegar a su trono(dijo en son de burla)”.
Simon trató en vano de protestar pero no le valió de nada.
La orden era de Roma;  no tuvo más remedio que ayudar al Nazareno.
Entre él y el centurión lo ayudaron a levantarse; y Simón cargo con el travesaño de la cruz el palo vertical se hallaba ya clavado en el Calvario.
Jesús extendió su mano, y tocó con ella, la mano de Simon, , Simon noto un estremecimiento. No fue un contacto con la muerte. Fue un contacto con La Vida.
Luego el joven reo clavó en él sus ojos, casi ciegos debido a la sangre, los salivazos y la tierra, y. le dijo con una voz. casi inaudible.
“Gracias. No olvidaré lo que haces, aunque lo estés haciendo obligado, y pediré a mi Padre, te perdone también a ti, que te perdone por haberme matado otras veces”.
Simon se auto convenció de que era un loco,él no lo había matado nunca.
Pero algo en su interior; según iban caminando le decía que aquel hombre no era un loco; , empezó a preguntarse¿ y si tuviese razón?;  recordó los hijos que no había dejado nacer, su esposa Ruth a quien él había empujado a seguir unas prácticas que iban contra su conciencia, ,y contra su cuerpo, no supo como, pero empezó a llorar.
Los que lo veían pensaban que lloraba por Jesús., pero Simon lloraba, por su vida pasada, no creía en ningún dios. Y, ¿si estaba equivocado?
Al llegar al monte. Se fijo una vez más en el rostro de Jesús. Pese a todo lo que estaba pasando estaba alegre. Estaba feliz;  había lágrimas en sus ojos, pero parecía  un rey que va tomar posesión de su trono. Que de un ajusticiado.
Luego, Simon se quedó viendo como era crucificado,  escucho de sus labios la petición de perdón por sus verdugos; , supo; que aquel Hombre no mentía cuando hablaba de amor a los enemigos. Su mirada hacia el pie de la cruz donde lloraban dos mujeres y un chiquillo.  Le hizo entrever que algo iba cambiar en su vida;  que ya había cambiado.
Sobre la hora de nona(las tres de la tarde) al desatarse la tormenta y abandonar la mayoría de las gentes la zona de las ejecuciones. Una de las mujeres que estaban al pie de la Cruz; se acercó a Simón; tomó su mano, deposito un beso en su mejilla. “Soy Maria,  La Madre de Jesús. Rogaré a mi Hijo por Ti”.
Simon respondió. “Gracias mujer.” Y se fue. Convencido de que aquella Madre se había trastornado.
Cincuenta días más tarde, en Jerusalén corren todo tipo de rumores. Según las autoridades judías los seguidores de Jesús, pese a que lo abandonaron al ser arrestado han robado su cuerpo. Por otro lado los seguidores de Jesús dicen que ha resucitado. El caso es que la tumba está vacía y, a Simon. No le cuadra mucho. Que quien no se arriesga por un vivo; lo haga por un muerto.; aunque tampoco sabe de muchos muertos que hayan salido andando, por su propio pie.
Hoy es el día de acción de gracias por las cosechas,  y, , la fiesta de la promulgación de la Ley en el Sinaí de la Ley judía; claro está. Judíos de todo el mundo, incluyendo a prosélitos(gentiles convertidos al Fe de Moisés) se hallan en la ciudad Santa.
Simon oye, asombrado como el viejo pescador, que se llama como él anuncia sin temor; y es entendido por los judíos de todo el mundo.
“Que Jesús vive, que ha resucitado”
Y, Simón; oye como Simon su tocayo el pescador llamado ahora Pedro. Les dice “Bautizaos en el nombre del Señor Jesús y seréis salvados”.
Simon entonces ve, claramente que Jesús si era en verdad el Hijo de Dios; y Simon llora sus pecados.  él también quiere bautizarse,  quiere servir a Dios,  se bautizará  y convencerá a Alejandro de que se bautice; en Rufo todavía manda él.
Pero Pedro el ex Simón, se niega a incorporar a la Iglesia a un gentil.
Simon empieza una vida, llena de luz, y, . sombra de alegría y pena. De luz. Porque ya sabe que hay un Dios, que ha entregado a su Hijo. (A quien él, pobre miserable tuvo el privilegio de ayudar a llevar la Cruz). Para adoptar a los hombres como hijos, de sombras, porque los que de algún modo, están haciendo en la tierra, las veces del Hijo de Dios, le niegan la entrada en el grupo de sus elegidos,  es como si su vida, no tuviese sentido.
Ahora sabe que la muerte no es el final. ¿Pero qué le espera después?.
De alegría, pues sabe que no ayudó a un reo. Ayudo aunque fuera obligado a un rey a rescatar a los súbditos perdidos; o. mejor dicho a sus hermanos.
De pena. Porque aquella ayuda la hizo obligado. Porque tal vez. Por ello sea castigado,  por ello. Dios no permita lo admitan en la Iglesia.
De pronto recuerda a la Mujer que se acercó aquel día, hasta él, a la Madre de Jesús.
Tiene que enterarse donde vive, sí Ella, es la única que le puede ayudar.
Consigue averiguar donde vive Maria; y se traslada allí. al principio no tiene suerte. Porque La Señora, como la llaman ahora los seguidores de su Hijo. Se halla atendiendo, a una mujer enferma. Cuando llega a casa, ve a Simon, lo invita a sentarse y le ofrece una taza de vino.
Simon no entiende como aquella Mujer está cuidando enfermos, educando niños, e incluso lavando leprosos, no entiende porque aquella Mujer está sirviendo; cuando es Ella la que debería ser servida.
Yo ahora se, quien es tu Hijo, y, quiero le ordenes a ese Pedro,  "Que me permita ser bautizado"
“Que yo le ordene a Pedro. Tú, no has entendido nada; mi querido hijo,  no le puedo ordenar a Pedro; sería como ordenarle a mi Hijo,  aunque le di órdenes de Niño, no puedo dárselas ahora, Yo no puedo mandar a Dios, soy su Esclava”
Simon no entiende nada. ¿Qué quiere decir, que ese Pedro también es Dios?
No. Responde Maria. Pedro no es Dios. Pero es el representante de mi Hijo; y mi Hijo si es Dios.
Lo que Pedro decide está bien decidido así lo quiso Mi Pequeño;  yo puedo hablarle a Jesús de ti; a mi también me gustaría que este grupo que llamamos Iglesia, entraseis también los gentiles; nunca entendí, lo de un Dios nacional.
Aunque la verdad que voy a saber yo; pobre mujer que jamás ha leído las Escrituras, porque no sé leer. Pero mi Hijo se acercó a los gentiles; una vez. Recuerdo que tendría poco menos de un mes. Vinieron unos sabios de países muy lejanos para adorarlo. Ahora andan diciendo por ahí que fueron tres,  pero la verdad es que pasaban de los cien. Después durante 3 años vivimos en Egipto; lí convivimos con gentiles. Así que yo tampoco entiendo porque mi querido Pedro y sus compañeros no os admiten, lo que te pasa a ti. Le pasa a otros muchos entre ellos Cornelio el Centurión,  Claudia Procula la esposa de Poncio el pobre hombre, que mandó crucificar a mi Querido Hijo y Señor.
Sabes, esta tarde cuando nos reunamos para la Fracción del Pan. Al comer a mi Hijo, le pediré por ti.
¿Al comer a tu Hijo; de que hablas Mujer?

De la Eucaristía;  de la Fracción del pan. "Mi Hijo en su Última Cena antes de morir; entregó su Cuerpo y su Sangre en Pan y Vino". Y, mandó a sus discípulos hacer lo mismo. Él no está solo en el cielo al lado de su Padre.
Está en cada pedazo de pan que comulgamos y en cada gota del vino que bebemos.
Simon interrumpe. Si, ya se. Está también, en los pobres. Y, en todo el que sufre.
Asi es.mi querido Simón. Pero ahí su presencia es distinta. En el Pan y el Vino consagrados esta de verdad, realmente, yo cada vez que comulgo, recuerdo,  cuando me daba pataditas antes de nacer, aunque ahora, la mayoría de las veces no sienta nada, pero se que Él está ahí., lo dijo Él y mi Niño no miente. Así que le pediré por ti, y, por los otros.
Simón sale esperanzado de la casa. Algo le dice que su deseo pronto se hará realidad;  en efecto 3 días más tarde, Simon es bautizado y recibe la imposición de las manos. Sus hijos también aceptan la nueva Fe. El cambio ha sido radical. Ahora la Iglesia está abierta a todo el mundo. Son precisamente los antiguos judíos quienes desatan una persecución sin cuartel contra los nuevos creyentes.
Y Simon es testigo de las primeras persecuciones. De la ejecución del joven Esteban.
Cuatro años más tarde, es detenido por los sicarios de un tal Saulo. Un judío que se ha hecho un juramento arrancar la superchería nazarena. Simon es azotado. Torturado; ante la mirada, fría e inhóspita de Saulo “Maldice a Jesús. Confiesa que está muerto” Simon repite. “Jesús vive.
Bendito sea su Nombre. Señor perdona a Saulo”.
Moribundo lo dejan tirado en el camino. Lo encuentra Maria la Madre de Jesús pero ya es tarde. Si se habla terrenalmente. Simon pese a todo, aún tiene tiempo para pedir a la Madre de Jesús que pida a su Hijo por el pobre Saulo.
Tan lleno de odio. “lo haré. Responde Maria. Pero podrás hacerlo tú. Pronto vas. Estar con él.”.
Lo sé. Contesta Simon. Pero Tu has estado siempre. Mamá. Y a Ti, te hace siempre caso.
Simon cierra sus ojos. Y entra en la Casa del Padre

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