lunes, 7 de mayo de 2012

La niña del lago

La niña del lago 

Se llamaba Elentina, y era como un rayo escapado del sol; huérfana desde los cinco años, tanto de parte paterna como materna; compartía sus días con su abuela, una mujer vieja por fuera, pero joven por dentro; llena de la reciedumbre; y, la fortaleza, que las montañas de Asturias dan a sus habitantes.

La abuela se dedicaba a recoger leña; y, a venderla, en aquel tiempo, aún era necesaria para la cocina, y para calentarse en invierno.

La muchacha ayudaba, a su abuela, en aquel trabajo, y pastoreando dos cabras, todo el tiempo.

No iba a la escuela, ésta quedaba demasiado lejos. Y, no se podía gastar el poco dinero que había en comprar libros.

Además no le hacia falta. Ella tenia una escuela mejor. La propia Naturaleza; y, su abuela.

¿En que escuela, enseñan porque y como vuelan los pájaros.

O para que sirve. Este o aquella flor?.

No la escuela esta bien; para los que no tienen esa Maestra; que es la Naturaleza.

Para los que no saben ni pueden describir, ni palpar la magia de la creación.

¿Podría compararse la historia, que enseñaban en los libros, con las historias, que le relataba su abuela todas las noches?

No claro que no.

Entre las cosas que le gustaban a Leontina una de ellas era; subir por el monte hasta el lago, cerca de la ermita de La Virgen, y quedarse allí, horas, y horas.

Viendo como su imagen se iba reflejando en el azul transparente de las aguas.

Elentina, ya tenia 14 años, y poco a poco se iba transformando en la bella mujer que estaba destinada a ser.

Un día su abuela( que a todo esto; he de decir se llamaba Obdulia); le dijo:

Elentina, a partir de ahora, quiero que tengas cuidado, y te acerques lo menos posible al lago, y si cuando estas allí, “El lago te habla, no lo escuches... reza un Ave –Maria a Nuestra Señora, y baja corriendo”.

Elentina prometió cumplir lo que su abuela le decía no sin antes pensar, que se habia vuelto “chocha”. ¿Cómo le iba hablar el lago?

Aquella mañana; como todas las mañanas, Elentina se levanto temprano, al oir el canto del urogallo, porque todavía había urogallos que cantaban, como todos los días saludo al sol, restregándose los ojos con las manos, se lavo con agua del arroyo, tomo un pedazo de pan con cecina, y un cuenco con leche de cabra, salió hacia el lago en busca de pasto para sus animales.

El día era bellísimo; el astro rey reflejándose en las límpidas aguas del lago le daban a éste un aspecto mágico, y el templo que Pelayo según decía había erigido en honor de Nuestra Señora; parecía emerger de las mismas como un castillo encantado.

Al mediodía, la niña se sentó en la hierba verde, y se dispuso a tomarse su bien merecido almuerzo, sin saber el porque sus ojos se quedaron atrapados en las ondas del agua.
Al principio no se fijaba en nada concreto; pero a los dos minutos, se empezó a fijar en la mujer que estaba en las aguas, esta era de una belleza deslumbrante, sus cabellos eran rayos de sol, vestidos de noche, su boca era como una granada a punto de reventar, sus dientes semejantes a las columnas de un templo pagano.

En suma es difícil describirla porque era la misma belleza. La niña la miraba perpleja, sin saber que decir, entonces sonrió; y la mujer del lago la ondina del lago le sonrió también; Elentina le lanzo un beso, y la mujer misteriosa, le lanzo otro.


En poco tiempo se habían hecho amigas. Se despidió. Y, tomo la resolución de regresar al día siguiente, no le dijo nada a Obdulia su abuela; aquel era su secreto; y ,la abuela no la comprendería, y prohibiría volver al lago, ya le había advertido que; si le hablaba, le rezase a La Virgen; y se fuera; el lago no le había hablado con palabras, pero si con sonrisas; y, besos la mujer, que vivía en él; ni por un momento pensó la niña que nadie salvo los peces puede vivir en un lago.


Repitió la visita todos los días había una cosa; que le andaba rondando la cabeza; y, era de que estarían hechos sus vestidos; puesto que adoptaban todas las formas; y parecían etéreos como la misma figura; decidió que ya era hora de hablarle con palabras, así que le grito: “Hola soy Elentina, quieres conocerme, a mi si me gustaría, saber quien eres ¿sí quieres?.”

Y, le respondió un eco lejano “si, si , si”, y la niña pensó, creyó, oyó hablar a la ondina, pero no rezo a la Virgen, la ondina no podía ser mala, porque era bella; así que simplemente; decidió visitarla; ya que esta movía sus brazos invitándola a que entrase en el agua, cierto que ella, también los movía invitando a la ondina a visitar la tierra; pero tenia razón esta, era mejor que fuese ella a conocer el mundo del lago, y entrar en la casa de la princesa de las aguas.

Aquella noche. Obdulia busco desesperada a su nieta, pensó en si se la hubieran comido las fieras del monte, acudió a pedir la ayuda de los vecinos de los poblados.

Pronto se dieron cuenta, de que los animales no habían tenido parte; ya que el pequeño rebaño que pastoreaba Elentina, había regresado del lago y vagaba perdido por el bosque, y de haber sido los lobos no hubiesen dejado escapar ni a las dos ovejas ni a la cabra, se encaminaron hacia el lago, y allí, flotando sobre las límpidas aguas del lago de Covadonga, con su cabellera hecha de rayos de sol vestidos de noche; estaba Elentina muerta.

Porque ella era la ondina, y, lo que ella creyó, la mujer del lago era ella misma, que se había transformado en mujer, la figura le devolvía los besos. Porque era su imagen en el espejo de las aguas.

Tampoco le había respondido, porque las figuras no hablan, había oído su propia voz, en el eco del monte.

Si hubiese obedecido a su abuela. Pero ya era tarde para lamentaciones. La sacaron del agua, y le dieron sepultura al lado de la ermita.

Esta es la historia que se contaba en el pueblo, aunque muchos dicen que no es cierto, que si había una ondina, y que la niña no murió, que se hallaba dormida cuando, la sacaron del agua, y, que por la noche; la ondina disfrazada de niebla, fue a sacarla de su ataúd. Y, la condujo a las agua, donde le mostró el castillo acuático en él que vivía;con su padre el rey; su hermano el príncipe y sus ministros y soldados que eran todos peces, estrellas de mar, el inspector de hacienda por ejemplo era un pulpo, el encargado de escribir las multas un calamar.

Y, que allí vivía feliz Elentina, quien se caso dicen con el hermano de la ondina, pero que a veces sentía nostalgia de la tierra , de su vida de humana, y salía en forma de niebla, eso es lo que dicen.

Pero yo por si acaso la verdad, es lo que creyeron los que sacaron a Elentina del lago, y, los que piensan que esta enterrada en el cementerio de la ermita, yo repito al ir a Covadonga, no me inclinaría demasiado sobre las aguas, y ,desde luego nunca hablaría con ninguna figura reflejada en ellas.

Al fin y al cabo no os parece que aunque viva, que triste es la vida de Elentina atrapada en las aguas. Y todo por desobedecer a su abuela.

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